Veracruz, Ver.

     
De un plumazo


Autómata

Miercoles 20 de Marzo del 2019

La senadora Indira Rosales San Román es la punta de ariete para zancadillear mediáticamente a la administración de Cuitláhuac García Jiménez.
Sin ánima política, se mueve cada vez que una mano siniestra le da cuerda, motivando sus acciones para destruir, sembrar discordia, odios, rencores y divisionismo.
En el pago de facturas, la joven senadora no se percata que el 1 de julio los veracruzanos propinaron una patada al yunismo, enviándolos, a fuerza de votos, al basurero de la historia.
Que Indira Rosales critique a Cuitláhuac García Jiménez, está en pleno uso de sus derechos fundamentales como ciudadana, pero, además, es su obligación como legisladora de oposición.
Sin embargo, aparte de desacreditar por encargo, como jilguero de la desgracia ominosa que ya no queremos que vuelva al estado de Veracruz; abonaría en positivo que proponga soluciones al gravísimo problema de la inseguridad.
Además, en los dos años que fungió como funcionaria pública, se dedicó a repartir despensas con fines electorales, en intento vano e inútil por vender a Miguel Ángel Yunes Márquez, candidato repudiado hasta por los músicos de la orquesta sinfónica de Boca del Río, quienes votaron por Morena ante los tratos despóticos de un junior déspota e inhumano.
Indira Rosales usufructúa una curul en la cámara de Senadores, impuesta como vocera del odio de un pasado inmediato que no volverá.
Sólo es una autómata que se mueve por la voluntad de su hacer.
Pobre Indira.