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NACIONAL


Médicos refugiados se unen a la batalla contra el COVID-19 en México



LÓPEZ-DÓRIGA DIGITAL / Ciudad de México / Sabado 20 de junio del 2020

A Rosmary Vieras todavía le duele recordar sus días en Carabobo, Venezuela, donde la falta de oportunidades para practicar su profesión como médico la empujaron a tomar la difícil decisión de emigrar a México, donde hoy forma parte del grupo de profesionales que luchan contra el COVID-19.

“La situación en mi país de un tiempo para acá era más difícil y en búsqueda de una mejor calidad de vida me vi obligada a tomar esa decisión”, dice en el marco del Día Mundial del Refugiado que se celebra este 20 de junio.

Apenas con unas cuantas maletas y la ilusión de hacer una mejor vida, aunque fuera en un país que no es el suyo, Rosmary se lanzó a la aventura, sin imaginar siquiera que en el extranjero podría encontrar, casi de manera fortuita, una oportunidad no solo de mejorar su vida sino también de salvar la de alguien más.

Cuenta que llegó a México en diciembre pasado en busca de refugio y, luego de pasar por el difícil trago de trámites burocráticos, logró establecerse en la Ciudad de México.

Un par de meses después consiguió trabajo en una farmacia de una tienda departamental, pero la pandemia por el COVID-19 llegó a México, donde suma ya 170 mil 485 contagios y 20 mil 394 muertos, lo que le abrió una oportunidad a la médico internista venezolana de sumarse a las filas de la lucha contra esta enfermedad.

“En ese momento se lanza la convocatoria de solicitud para médicos del gobierno mexicano”, recordó, por lo que animada por una amiga venezolana, también refugiada, inició el proceso y, en menos de una semana, fue asignada al Hospital General de Tláhuac para atender a pacientes con COVID-19.

“En Venezuela tenía 10 años laborando en una empresa privada, pero nunca había tenido que estar en una línea como esta de lo que significa una pandemia”, reconoce Rosmary al aceptar que es un gran reto “porque es una oportunidad de crecer profesionalmente”.

La situación, admite, no ha sido fácil porque más allá de lo que implica colocarse el asfixiante traje de protección para evitar contagiarse de coronavirus, ha enfrentado la muerte de sus pacientes por la enfermedad.

“Nosotros estudiamos para esto, pero no estás preparado hasta que llega el momento de estar ahí, sabes la teoría pero no la práctica”, manifestó.