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Intolerancia |
Martes 20 de Febrero del 2018
«El mejor gobierno es el que no se nota», acuñó alguna vez el narrador argentino Isidoro Blaisten.
La tersura, la mano suave, el trato de terciopelo, separan a un gobernante inteligente de uno que actúa a contrasentido de la lógica en el quehacer público.
La protesta social es una manifestación de la inconformidad pública. Es responsabilidad del gobierno atender estos brotes.
Para eso está la Secretaria de Gobierno.
El zurcido invisible, el hilo de seda, debieran ser parte de una política pública incluyente, donde las opiniones se escuchen, aunque caminan en sentido contrario a la visión del gobernante.
Cuando el tolete policial se blande contra la sociedad, algo no está funcionando, la relación gobierno-gobernados está fracturada.
Y eso conduce al fascismo que atropella las garantías individuales, a los derechos fundamentales.
Bloquear una vía de comunicación es un derecho que se ejerce violentando el libre transito de terceros, es cierto.
Que se debe aplicar la ley, es una obligación del gobierno.
Sin embargo, los excesos, el atropello, la soberbia e intolerancia, expuestas para demostrar el poder, tienen retorno en la repulsa de la sociedad.
El poder no es eterno, tampoco la pasividad del pueblo.
Cuidado.