Excelsior / Ciudad de México / Domingo 2 de febrero del 2020
“Como veíamos que cada día menguaban nuestras fuerzas y estábamos todos los más heridos, y escaseaba el agua, la comida y la pólvora, y no nos querían dar las paces y treguas que les habíamos demandado, fue acordado por Cortés y todos nuestros capitales y soldados que de noche nos fuésemos”.
Así narra el cronista español Bernal Díaz del Castillo, en La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, el episodio conocido como la Noche Triste, ocurrido entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1520, hace 500 años: la batalla en la que las tropas españolas y sus aliados fueron derrotados por los mexicas en las afueras de Tenochtitlan y perdieron hombres, tesoros, artillería y caballos.
Como era noche oscura y había lluvia y neblina, salimos en silencio, pero los mexicanos comenzaron a tocar cornetas y silbos y a gritar que se iban los teules. Muchos indios amigos, fardaje (mercancías envueltas en telas), petacas con el oro y caballos comenzaron a caer a la laguna…”, apunta el soldado que participó en esa batalla.
Por su parte, el historiador Francisco López de Gómara cuenta que Cortés “puso delante a Gonzalo de Sandoval y Antonio de Quiñones; dio la rezaga a Pedro de Alvarado, y él acudía a todas partes hasta con cien españoles; y así, con esta orden salieron de casa a media noche en punto, y con gran niebla, y muy callandito, por no ser sentidos, y encomendándose a Dios que los sacase con vida de aquel peligro y de la ciudad”.
Tras narrar el violento enfrentamiento, el eclesiástico afirma que, al final, “Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque que la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber a dónde ir, y por no tener cierta la guarida y amistad de Tlaxcallan”.
El arqueólogo Leonardo López Luján afirma en entrevista que, “como todos los pasajes históricos de trascendencia, hay debate respecto a lo que sucedió. La Noche Triste es debatida incluso desde el nombre. Algunos dicen que no es triste, sino alegre, dependiendo del lado en que se vea.
Es una batalla tan importante para la historia de México, porque los pueblos indígenas rechazan al invasor. Todos pensamos que está al mismo nivel que la Batalla del 5 de mayo en Puebla, del general Ignacio Zaragoza. Siempre hay esa referencia”, comenta.
El investigador narra que “la causa del enojo de los mexicas se centraba, entre otras cosas, en la muerte de Moctezuma II. Se debate aún quién lo asesinó, si fue su propio pueblo o si fueron los españoles. Pero fue un instante de una enorme convulsión.
Y tanto así, que el olfato de Cortés y sus hombres les indicó que no había más que huir. Si no hubieran huido, hubieran sido masacrados. Y, justo en el instante que ellos iban de retirada, a los pocos minutos alguien reveló a la población de Tenochtitlan que se iban los españoles y sus aliados. Y fueron pescados por sorpresa”, agrega.
El especialista del INAH aclara que “también se debate todavía cuánta gente murió, cuántos españoles y cuántos indígenas aliados. Es un momento del que hay varias versiones, dependiendo quién lo escriba y quién haya sido testigo”.
ENOJO ANTE LA CRUELDAD
Tras años de investigar sobre las posibles causas de la caída de Tenochtitlan y Tlatelolco, Eduardo Matos Moctezuma identifica que el enojo de los mexicas, que culminó en la llamada Noche Triste, comenzó cuando Cortés hace prisionero a Moctezuma II en el Palacio de Axayácatl, donde el tlatoani recibió y hospedó al conquistador.
Se dan cuenta que están perdiendo a su gobernante máximo, al Sol, el que tiene el poder del habla. Están molestos porque han perdido a quien ostentaba dos cargos fundamentales: el gran jefe de los ejércitos mexicas, que tenía el control militar, y el sumo sacerdote, el poder religioso”, explica.
El arqueólogo agrega que, desde ese momento, los aztecas entablan combates constantes contra el palacio para liberar al emperador, pero ya lidereados por Cuitláhuac.
Los españoles están desesperados, encerrados en el palacio. Y ven cómo los rodean y los atacan. En una fiesta a Tezcatlipoca, Alvarado hace una matanza tremenda, la del Templo Mayor. Cortés no está en Tenochtitlan, fue a Veracruz y le avisan y regresa precipitadamente”, narra.
El odio indígena estalla tras la muerte de Moctezuma II. “Cortés obliga al tlatoani a asomarse en lo alto del palacio y le exige que calle a las huestes mexicas. El emperador les habla. Según la versión española, los mexicas le avientan dardos y piedras, lo hieren y muere por esas heridas.
Pero la versión indígena es diferente. Dicen que fueron los españoles. Yo también creo eso, porque cuando ven que ya tienen a otro señor, éste ya no les sirve. Lo matan, arrojan su cuerpo y empiezan a planear la escapada de la famosa Noche Triste”, añade.
Así, este encuentro se convierte en uno de los pocos en los que los mexicas resultan vencedores.
EL TEJO DE ORO
López Luján destaca que, en fechas recientes, trabajaron en la única evidencia material de la batalla de la Noche Triste, el famoso tejo de oro. “Siempre nos había sorprendido por qué de ese instante, y de toda la presencia de los españoles en Tenochtitlan, desde el 8 de noviembre de 1519 hasta el 30 de junio de 1520, no hay más evidencias materiales; alguna culebrina, un arcabuz, una coraza, un yelmo. Pero por alguna razón no han llegado hasta nuestros días.
En el caso del tejo fue encontrado el 13 de marzo de 1981, por el trabajador del INAH Félix Bautista, ya fallecido. Y el hallazgo fue dado a conocer con bombo y platillo por el presidente José López Portillo, el 25 de marzo de ese año.
Hemos analizado en la UNAM, por fluorescencia de rayos X, la composición. Y no queda duda que ese tejo fue hecho a partir de joyas que elaboraron los mexicas, fundidas por los famosos plateros de Moctezuma, por orden de los españoles.
Entonces, fíjate qué dramático. Esa pieza es un híbrido. Nos habla de la unión trágica de esas dos civilizaciones, la europea y la mesoamericana.
Esa pieza no llegó a su destino, sino que se cayó en un canal al norte de la Alameda, en la hoy desaparecida calle de Soto, donde está el SAT. Por fortuna fue rescatada. y contamos con este vestigio”, concluye.