Manolo Victorio (crónica) / Veracruz, Ver. / Lunes 18 de febrero del 2019
Dedicado a Jovan Enríquez, jaranero.
Ahí está la jarana, colgada, olvidada, silenciosa, con las cuerdas intocadas, cómo una mujer viuda.
Pobre jarana. Extraña los dedos diestros de su jarocho, amante, compañero, cómplice de fandangos clandestinos.
Tiene tantas coplas guardadas en su cajón de resonancia.
La jarana está muda desde hace varios días. Tengo la obligación de contar su propia historia, darle una voz antes de que muera de tristeza, abandonada, colgada en un polín de una palapa de palma.
La gente se había marchado de las playas de Mocambo. Los turistas retornaron a sus lugares de origen en ómnibuses retacados con chiquillos requemados por la resolana, anafres, cubetas llenas de conchas marinas, arena, cangrejos muertos y todo lo que un citadino pueda llevarse para exhibir en sus barriadas el lujo de haber ido al mar.
Hordas de poblanos, tlaxcaltecas, hidalguenses y los infaltables chilangos, se fueron ebrios de cerveza y cocos combinados con caña dulce de Mahuixtlán, quemados por el sol, dejando en la arena penas, risas, amores fugaces y basura.
Los palaperos guardaron las sombrillas multicolores. Nadie se dio cuenta del jaranero dormido a pierna suelta, sentado en una silla de plástico blanco, con la jarana verde limón colgada en la espalda.
La tarde se hacía noche. Los guardavidas lo vieron de reojo mientras recogían sus aparejos. No le hicieron caso ni se molestaron en comprobar si estaba vivo y viable.
Los meseros lo dejaron sentado en una silla blanca de plástico. Las gaviotas le hurgaron la cabeza de costeño puro, llena de cabellos enrollados, en busca de semillas de calabaza y restos de cacahuates fritos que se perdían en la mata negra de rulos apretados.
Lo vi cuando ya no había nadie en las playas. Su vestimenta inmaculada se perdía entre la pila de sillería blanca. La jarana verde limón destellaba con los últimos rayos de la tarde.
Fui a despertarlo. Traía un paliacate rojo atado al cuello, anudado con un arillo de acero inoxidable. La muñeca izquierda también lucía una pulsera del mismo metal.
La barbilla hundida en el pecho. El hombre roncaba como si estuviera en su cama.
Guayabera, pantalón y zapatos blancos contrastaban con su piel morena. Un morralito de henequén atravesado en su pecho como bandolera, guardaba una botella vacía de caña brava.
_ ¡Levántate, ya es hora, vete a casa! _
_ mjú__
El jaranero farfullaba algo inentendible, quizá reñía en sueños con su mujer embarazada, peleándole las monedas que nunca llegarían al hogar.
Después de varios intentos de despertarlo, de plano le sorrajé dos bofetadas.
El hombre, curtido por el sol de la playa, apenas levantó la cabeza, abrió los ojos y soltó, enojado:
_ Déjame en paz, estoy cansado__
Molesto por inmiscuirme en cuitas ajenas, quise dejarlo a su suerte, sin embargo, el recuerdo de los hermanos ebrios consuetudinarios, me hizo girar sobre mi eje 360 grados.
_ Coño, ya vete a tu casa__
_ Déjame en paz___
_ Al menos déjame la jarana, el pañuelo, el anillo y la pulsera__
_ No, te dejo la jarana, lo demás es mi vestuario__, dijo como artista que era.
_ Está bien, déjame la jarana, te la guardo en aquella palapa que ves allá al fondo__.
Ahí lo dejé a su suerte. Le tracé una cruz al aire a manera de bendición y le colgué la jarana en la pequeña palapa donde despachaba cerveza helada, limonadas frías y piñas coladas a los turistas.
Pasaron dos fines de semana y el jaranero no aparecía.
Pasó ya un mes. Ni sus luces ni su silueta blanca. Nada. Se lo tragó la tierra.
Un viejito vio la jarana colgada del polín de coco de la pequeña ramada.
_ Oiga, esa jarana la conozco. Es de mi compañero músico_
_ Ahh, pues no se la robé, más bien aquí la tengo guardada hasta que venga por ella _
_ Es un buen muchacho, pero le gusta mucho el trago, ahí en su morralito siempre trae su borulita de caña, ya hasta su mujer lo dejó__
Una tragedia completa en tres frases.
La jarana sigue ahí, en espera.
Por las noches no duerme, se acaricia sola, rasgando la oscuridad con sus notas jarochas:
Una iguana se cayó de arriba de una escalera
del porrazo que llevó se lastimó las caderas
ay iguana mía para dónde vas
...que voy para el pueblo de soledad
si será mentira o será verdad que en ese pueblo
no hay novedad que si lo hubiera es casualidad...
si será tan fea, que iguana tan fea,
que se sube a un palo,
y luego se apea
pone su huevito, lo cacaraquea,
se mete al hoyito, pa' que no la vean
se mira en el espejo
porque está muy fea
haga usté lo mismo para que lo crea
a la jea jea a la jea jea
una iguana se cayó de arriba de una escalera