El País / Washington, EU / Miercoles 9 de enero del 2019
El presidente Donald Trump se ha dirigido a la nación desde el despacho oval de la Casa Blanca este martes, en un mensaje televisado en horario de prime time, para tratar de convencer a los estadounidenses de que existe una "creciente crisis humanitaria y de seguridad" en la frontera sur del país, "una crisis del corazón y el alma", y de que necesita obtener del Congreso los más de 5.000 millones de dólares que reclama para levantar el muro con México. Solo así, ha dicho, podrá poner fin al cierre parcial del Gobierno, que el pasado domingo entró en su tercera semana y que amenazó con mantener durante "meses e incluso años", y del que ha responsabilizado a los demócratas.
"El Gobierno está cerrado por una sola razón: la negativa de los demócratas a financiar la seguridad fronteriza", ha dicho Trump, en la primera ocasión en que se dirige a los ciudadanos en un mensaje televisado desde el despacho oval en horario de máxima audiencia. Tras repasar una serie de crímenes supuestamente cometidos en suelo estadounidense por inmigrantes ilegales en los últimos meses, ha preguntado: "¿Cuánta más sangre de estadounidenses hay que derramar para que los congresistas hagan su trabajo?"
El presidente ha insistido, como ya dijo hace unos días, en que el muro que quiere levantar "será de acero y no de hormigón, como quieren los demócratas". A estos les ha venido a acusar de hipocresía por tachar su proyecto del muro de inmoral. "¿Por qué levantan ellos muros en sus casas", ha preguntado. "No es porque odien a los de fuera, sino porque aman a los de dentro", se ha respondido él mismo.
"Se trata de una elección entre lo correcto y lo equivocado, entre la justicia y la injusticia. Se trata de si cumplimos nuestro sagrado deber con los ciudadanos estadounidenses a los que servimos", ha dicho.
No ha aportado argumentos nuevos el presidente, en un discurso de tono sereno pero alarmista. Ha recurrido a sus habituales bazas, que tan bien le funcionan entre sus bases, como la supuesta entrada de criminales y drogas por la frontera. Unos argumentos que ha arropado con datos, algunos poco defendibles, como la relación directa que establece entre las 300 muertes de estadounidenses por heroína a la semana y la inmigración ilegal que cruza por la frontera sur (gran parte de los opiáceos son introducidos desde China por vía postal o por Canadá, o en coches por los puestos fronterizos con México).
También ha insistido en que el muro "se financiará indirectamente por el gran acuerdo comercial con México". Una afirmación que difícilmente puede decirse que concuerde con su promesa de que será México el que pague el muro: los eventuales beneficios del nuevo acuerdo, que aún no ha sido aprobado por el Congreso, vendrían en forma de rebajas arancelarias para las empresas o incrementos salariales a los trabajadores.
Su discurso, de unos ocho minutos, sumado al anuncio de que viajará a la frontera el jueves, supone un intento de presionar a los demócratas, que se niegan a aprobar los fondos requeridos para un proyecto que la líder de la recién estrenada mayoría en la Cámara baja, Nancy Pelosi, califica directamente de inmoral. Pelosi y Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado, comparecieron juntos inmediatamente después del presidente, tal como habían anunciado.
"El hecho es que el presidente Trump ha elegido tomar como rehenes a servicios críticos como la salud, la seguridad y el bienestar de los estadounidenses y retener las nóminas de 800.000 trabajadores inocentes", ha dicho Pelosi. "Quiere forzar al contribuyente a financiar un muro caro e ineficaz que siempre dijo que haría pagar a México", recordó.
Los demócratas han promovido legislación en la Cámara de Representantes para que se dote de fondos a las otras agencias afectadas por el cierre del Gobierno, mientras continúan las negociaciones sobre la seguridad en la frontera. El presidente, que habría de convalidar el proyecto de ley en el improbable supuesto de que superase la mayoría republicana del Senado, ya ha advertido de que utilizaría su derecho de veto para frenar dicha iniciativa.
La Administración defiende que la situación en la frontera es de crisis total, en los ámbitos de seguridad y humanitario, y ha amenazado con recurrir a una declaración de "emergencia nacional" para construir el muro. Se trataría de una utilización extraordinaria y muy poco ortodoxa de los poderes presidenciales, que con toda probabilidad daría lugar a una ardua y prolongada batalla judicial. Tal como estaba previsto, el presidente no ha utilizado su discurso televisado para declarar dicha situación de emergencia.
Las medidas llevadas a cabo por la Administración han contribuido a una saturación de los centros de acogida de familias solicitantes de asilo, y dos menores han fallecido mientras estaban bajo custodia federal. Los números de personas detenidas al cruzar ilegalmente la frontera han disminuido drásticamente (de 1,6 millones en el año 2000 a 400.000 en 2018), pero ahora son sobre todo familias y no individuos solos los que cruzan. Eso, denuncian los críticos, combinado con las medidas restrictivas impuestas por el Gobierno, que entorpecen los procedimientos de asilo, ha causado una saturación de los servicios de acogida en la frontera.
Para justificar la crisis, el presidente conecta directamente el supuesto flujo de drogas desde México con la epidemia de opiáceos que padece Estados Unidos, una relación que no amparan los datos ni comparten los expertos. También habla Trump de terroristas que cruzan la frontera, algo sobre lo que el propio Departamento de Estado ha asegurado que no existe "evidencia creíble".
La decisión de las grandes cadenas de televisión de difundir en directo y en horario de máxima audiencia el mensaje del presidente ha suscitado un acalorado debate. Proporcionar espacio en la parrilla a un presidente para dirigirse a la nación sería normalmente una decisión lógica para los ejecutivos de las cadenas, pero la afición de Trump a arropar sus declaraciones, particularmente en el debate migratorio, con informaciones falsas, y su insistencia en referirse a los informadores como "enemigos del pueblo", ha llevado a algunos a plantearse la conveniencia de hacerlo con argumentos de responsabilidad y ética periodística.