Manolo Victorio / Xalapa, Ver. / Domingo 2 de diciembre del 2018
La asistencia es variopinta: indígenas totonacas con sus vestimentas blanquísimas, diputadas emperifolladas como para una fiesta de quince años, funcionarios recién estrenados en el cargo; también bien rasurados y olorosos.
Atrás de las mallas metálicas; el pueblo. Un cardumen humano que se aprieta cada que se acerca la hora del mitin.
En las columnas del Palacio de Gobierno, la cuarta transformación no se nota. Decenas de guardias bien rasurados, de traje gris, chícharo de intercomunicación en la oreja izquierda y la infaltable fusca reglamentaria.
¡Ahí viene AMLO! Estalla el grito de la multitud. Las matracas suenan. Salida en falso. Es solo un ensayo. La primera llamada.
Más allá del Estado Mayor Presidencial vestido de civil, llama la atención la popularidad del presidente.
Parece un Rockstar. Trae un nivel de aceptación que raya en lo religioso, en el fanatismo.
La prensa espera desde su tarima, una especie de corralito amurallado para que ningún reportero moleste a la nueva clase política.
Después de tres décadas de cobertura periodística, al reportero le parece que los que llegan cambiaron todo para que todo marche igual.
Ojalá se equivoque el juicio sesgado, parcial, subjetivo, del periodista.
Habrá que esperar al presidente Andrés Manuel López Obrador. Es su primera visita a un estado. Y es Veracruz.
Y eso es importante, nutre y fortalece el noviciado de Cuitláhuac García Jiménez, protestado hace 48 horas como gobernador del estado.
Al rato sigue el reportero cronicando.