El País / Moscú, Rusia / Jueves 29 de noviembre del 2018
Pertenezco a una generación forjada en el debate de las décadas de 1970 y 1980 sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio en Europa. El poder destructivo de los SS20, los Pershing y los misiles de crucero causaban profunda preocupación tanto entre la ciudadanía como entre la clase política. Eran armas diseñadas para la destrucción casi instantánea del continente europeo, y amenazaban las vidas de millones de personas.
El continente entero —el mundo entero, de hecho— respiró aliviado cuando, en 1987, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov firmaron el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés). El acuerdo no solo redujo el número de misiles nucleares, sino que prohibió toda una categoría de armas, aumentando enormemente la seguridad de todos nosotros.
Sin embargo, en los últimos años, Rusia ha desarrollado, producido, probado y desplegado un nuevo misil de alcance intermedio conocido como SSC-8. El proyectil, transportable y fácil de ocultar, puede transportar cabezas nucleares, y reduce el tiempo de alerta a pocos minutos, lo cual rebaja el umbral para el conflicto atómico. Además, es capaz de llegar a las capitales europeas.
Las acciones de Rusia desacreditan el Tratado y lo ponen en grave peligro. Estados Unidos cumple a rajatabla las obligaciones contraídas en virtud del Tratado INF. En Europa no hay nuevos misiles estadounidenses, pero sí rusos. Un pacto respetado solamente por una de las partes no puede ser eficaz ni garantizar nuestra seguridad. Si ya no influye en la realidad sobre el terreno, no es más que papel mojado.
Los aliados de la OTAN expresaron por primera vez su preocupación hace cinco años, durante la presidencia de Obama. Ahora, tras muchos años de negarlo categóricamente, Rusia reconoce la existencia de este nuevo sistema de misiles.
Los miembros de la Alianza Atlántica hemos instado reiteradamente a Rusia a dar una respuesta significativa y transparente a nuestras inquietudes y a participar activamente en un diálogo constructivo con Estados Unidos. En la cumbre que celebramos en julio repetimos el llamamiento, y también en la reunión del Consejo Rusia-OTAN que tuvo lugar en la sede de la Alianza en octubre.
Por desgracia, Rusia ha hecho oídos sordos a nuestras exigencias. La falta de compromiso por parte de Moscú no hace más que confirmar nuestro dictamen de que el nuevo sistema de misiles representa una grave amenaza para la estabilidad estratégica de Europa. En consecuencia, vuelvo a instar a Rusia a que garantice el pleno cumplimiento del Tratado INF con total transparencia y sin más dilación.
La OTAN no tiene intención de desplegar nuevos misiles nucleares en Europa. Pero como Alianza, nos debemos a la salvaguarda de la seguridad de nuestros países. No debemos permitir que se transgredan con impunidad los acuerdos sobre control de armas porque ello debilitaría la confianza en el control de armamento en general.
La responsabilidad recae sobre Rusia. La OTAN no quiere una nueva Guerra Fría ni una nueva carrera armamentística, y haremos cuanto esté en nuestra mano para evitarlas. No obstante, Rusia también tiene que poner de su parte. Nosotros seguimos estando dispuestos a dialogar y a colaborar en pro de un futuro mejor y más seguro.
Sin embargo, la Alianza debe ser firme y previsible. Si queremos evitar las armas nucleares, tenemos que asegurarnos de que nuestro sistema convencional de disuasión y defensa sea fuerte. Por esa razón, en respuesta a la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014 y a su actual patrón de conducta agresiva, los aliados de la OTAN hemos reforzado nuestra defensa colectiva y hemos acordado aumentar la inversión en Defensa y seguir modernizando nuestras Fuerzas Armadas.
En la reunión de ministros de Exteriores de la OTAN que tendrá lugar a principios de diciembre evaluaremos las consecuencias de las acciones de Rusia para el Tratado INF y para nuestra Alianza. Norteamérica y Europa seguirán unidas en la organización a fin de garantizar la paz y la seguridad.
Jens Stoltenberg es Secretario General de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).