El País / Sao Paulo, Brasil / Viernes 21 de septiembre del 2018
El nuevo candidato del Partido de los Trabajadores a la presidencia de Brasil, Fernando Haddad, se ha disparado al segundo puesto en las encuestas una semana después de ser nombrado. El exalcalde de São Paulo, quien desde el pasado martes sustituye a Luiz Inácio Lula da Silva, en prisión por corrupción, está por debajo solo del ultraderechista Jair Bolsonaro, todavía el preferido de estas elecciones. A 18 días de los comicios, a Haddad se le estima entre un 16% y un 19% de la intención del voto, mientras que Bolsonaro tiene un 28%.
Estas cifras sugieren que Lula ha logrado parte de lo que tanta gente en Brasilia veía imposible: que sus votantes, aproximadamente un 39% del electorado brasileño, sigan a su sustituto. Así, su Partido de los Trabajadores se mantiene como la superpotencia electoral que lleva siendo ininterrumpidamente desde 1994. A partir de ese momento siempre ha llegado a la segunda vuelta (y ganado todos los comicios desde 2002), lo que le permite vertebrar buena parte de las alianzas entre el resto de las fuerzas políticas. Si en 2018 consigue mantener la racha, si esta compleja elección se resuelve con otra pugna entre partidarios y críticos del PT, como todos los comicios en los últimos 22 años, ya será algo. La maltrecha agrupación habrá garantizado al menos su supervivencia, lo que no estaba del todo claro cuando perdió el poder en el impeachment a Dilma Rousseff en 2016.
Haddad tiene un punto débil: el rechazo que genera, un 29%, atribuible al antipetismo. En esa hipotética segunda vuelta, no lo tendría fácil para ganar a Bolsonaro. De ahí que últimamente en las cada día más monotemáticas calles brasileñas se hable tanto del voto útil. Es decir, quitarle el voto a Haddad y dárselo a un candidato que sea más fuerte ante la amenaza del autoritarismo. En este momento, el único que ganaría al ultraderechista está en el tercer puesto de las encuestas con un 13% de la intención de voto: Ciro Gomes, un hombre de centro-izquierda que tiene, además, una curiosa ventaja. Ha cambiado de agrupación con frecuencia en su vida política y eso le permitiría, llegado el momento, pactar con más agrupaciones que los demás y ganar músculo ante Bolsonaro.
En todo caso, el despegue de Haddad apunta que la campaña ha entrado en una segunda fase, relativamente más asentada. Hay cabos sueltos. La transfusión de votos aún no ha acabado, en opinión de quienes estudian las tendencias políticas, y Haddad puede llegar más reforzado a la segunda vuelta; o aún puede superarle otro candidato. Pero -descontando la imprevisibilidad propia de la política brasileña- las variables son cada vez menores. De los 13 que había al principio de la campaña, ya se puede intuir que muchos de los que iban en nombre del centro no acaban de cuajar; que Bolsonaro tiene todas las de llegar a la segunda vuelta y que, sea quien sea que le plante cara, va a necesitar todos los apoyos que encuentre.