Ruta-35 / Veracruz, Ver. / Viernes 21 de septiembre del 2018
Raúl Hurtado Hernández, el pescador que halló un tesoro prehispánico con lingotes y 42 piezas de oro en las costas de Veracruz, al sureste de México, fue encarcelado por “despojo”, absuelto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ha muerto.
El hombre, de 67 años de edad, bajo de estatura, pelo cano y piel curtida por el sol, recordó al periodista Rodrigo Soberanes, que cuando estaba pescando una mañana hace 38 años, ya llevaba consigo una cosecha de 10 kilos de pulpo cuando vio el brillo de un metal en el agua que resultó ser un lingote de oro.
Al cabo de un año, en 1976, volvió a ese lugar de la zona norte de la ciudad de Veracruz y encontró las 42 piezas prehispánicas que ahora conforman el tesoro llamado “Las Joyas del Pescador” que se exhibe en el Baluarte de Santiago, un sitio turístico de la ciudad de Veracruz.
“Seguí pescando y en un año volví a encontrar otro pedazo igual, la mitad enterrado y la mitad destapado. Empecé a sacarlo se hizo un hoyo y empezó a salir todo lo demás”, contó Raúl Hurtado, hace tres años.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene bajo resguardo las Joyas del Pescador y las exhibe como un tesoro “decomisado a un pescador que las encontró en el fondo del mar”.
De acuerdo con el INAH, las joyas -encontradas en un lugar conocido como Coral de Enmedio, en el norte de la ciudad de Veracruz- son el testimonio de envíos realizados a España en las naves que partían del Puerto de Veracruz y muestran las técnicas de producción de orfebrería en el México prehispánico.
El tesoro contiene un escudo de guerra, “chimalli”, que es la pieza más representativa; barras y pendientes de oro, de acuerdo con la información disponible en torno a la exposición.
Fueron exhibidas por primera vez en Veracruz durante 1989 “cuando concluyó el juicio”, según lo folletos del INAH, cuyo departamento de comunicación social dijo a The Associated Press no tiene más información disponible sobre el proceso legal de Raúl Hurtado.
Miguel Campoamor, otro pescador de la región y conocido de Raúl Hurtado vivió de cerca la experiencia del hallazgo y los hechos que desencadenó. Recuerda una escena de los hijos de Raúl Hurtado jugando con los lingotes de oro en la arena como si estos fueron coches.
“Los niños jugaban con ellos, los amarraban y los arrastraban ahí en el patio pensando que era cobre, porque el oro cuando está en el mar queda rojizo”, dijo Campoamor.
Cuando el autor del hallazgo se dio cuenta que tenía oro en sus manos, comenzó a vender los lingotes y las piezas a una joyería de la ciudad de Veracruz y con sus ganancias comenzó a construir una casa.
“Todas las joyas iban en un calcetín”, contó Raúl Hurtado, recordando los mejores tiempos de su vida.
El pescador fue detenido en una fecha que ya no recuerda, el tesoro prehispánico fue decomisado y a él se le acusó por “despojo a la nación”, purgando una pena de un año con dos meses de cárcel antes de que lo liberaran las autoridades, según cuenta a 37 años de su descubrimiento.
“Llevé a trabajar a una de mis amistades de la colonia y ese canijo me echó a la justicia. Fueron a media noche por mí para llevarme a la fuerza.
Entrando a la cárcel, me dieron golpizas y golpizas. El delito para ellos era un robo. Decían que cómo iba a ser que yo estuviera gastando dinero siendo un simple pulpero”, dijo Hurtado.
Un habitante de Veracruz durante esa época, Enoch Rodríguez, contó a The Associated Press que las golpizas al pescador eran sabidas “en todo el pueblo”, donde cada día se hablaba con fervor sobre el hallazgo de las joyas y el desenlace trágico para Raúl Hurtado.
“Fue el impacto de los días y de los meses, y a la vez triste” por ese caso que llegó a manos del abogado Luis Emilio Fuster, un litigante de renombre entre la sociedad veracruzana, recuerda Enoch Rodríguez
El caso del pescador preso por encontrar unas joyas pasó de un juzgado de distrito en Veracruz (causa penal 318/1976) a un tribunal unitario en Puebla, donde fue recibido un amparo directo interpuesto por Emilio Fuster, según contó el abogado a The Associated Press.
Así, Hurtado quedó libre bajo caución y enfrentó el proceso en libertad. Recibió sentencia y ésta fue apelada por su defensa. La SCJN lo declaró inocente en 1979, recordó el litigante.
Poco tiempo después de salir de cárcel, Raúl Hurtado se casó por la iglesia con la mamá de sus hijos, Magdalena Aguilar. La ceremonia se realizó en la catedral de Veracruz y la misa fue oficiada por el Obispo José Guadalupe Padilla y Lozano, según las crónicas de la época recogidas en el libro El Tesoro de Moctezuma se Asoma, del cronista Vicente Contreras.
“Jamás se había realizado en Veracruz una boda de mayor concurrencia y de tanta emotividad de quienes asistieron, ni se había expresado mayor simpatía espontánea hacia una pareja”, cuenta una nota del periódico El Dictamen, titulada: “Concurrida boda del Pulpero”.
Desde 1976 Raúl Hurtado no ha vuelto a la zona donde encontró el tesoro. Ni en busca de fortuna, ni de pulpos. “Yo no me acerco para nada, no quiero problemas. Puede haber algo, pero siempre me van a estar vigilando (…) Estoy libre y estoy vivo, que es lo principal”.
Como pescador de pulpos y dueño de un expendio de bebidas y comida en la playa (una “palapa”) llamado Las Joyas del Pescador, Raúl Hurtado consigue menos de dos mil pesos mensuales de ingreso neto, y él y sus esposa consumen la mitad de su pesca.
Raúl Hurtado y su familia (tiene siete hijos adultos) podrían verse obligados a abandonar su negocio y la pesca en las playas del norte de la ciudad de Veracruz por la posible ampliación de la zona portuaria.
Su futuro depende del fallo de una juez sobre un amparo que pretende frenar la ampliación del Puerto de Veracruz, un proyecto que se construiría sobre las playas donde se desarrolló la historia de Las Joyas del Pescador.
Durante los más de 30 años que llevan las joyas en exhibición, Raúl Hurtado ha contado su historia a generaciones de periodistas y a grupos de escuelas que lo visitan para conocer al pescador de las joyas,
Salvo algún apoyo informal de parte de las autoridades, asegura que su hallazgo no le trajo ningún beneficio y también que ya no quiere hablar de las joyas.
“Francamente no me gusta contar la historia, yo quisiera olvidarla ya”, dijo Raúl Hurtado Hernández.