El País / Venezuela / Jueves 30 de agosto del 2018
El plan económico diseñado por Nicolás Maduro no se ha convertido solo en un déjà vu de los momentos más complejos de la crisis venezolana sino que ha instalado al país en un corralito de facto. La circulación de los nuevos billetes no fluye a la velocidad a la que lo hace la hiperinflación. Las entidades bancarias privadas y públicas limitan el acceso al efectivo y después de horas de cola esta semana los ciudadanos solo lograban retirar de los cajeros puñados de bolívares soberanos, en algunos casos apenas 10 (de 0,16 dólares).
A la dramática pérdida de poder adquisitivo acumulada en los últimos meses se suma ahora el control de la cantidad de dinero de la que pueden disponer los venezolanos. Las limitaciones son mucho mayores que las restricciones impuestas en Argentina en medio del corralito, entre diciembre de 2001 y diciembre de 2002, cuando se podían retirar 250 dólares a la semana. El régimen de Maduro quiere obligar, además, a los clientes de la banca privada y pública a notificar sus viajes al extranjero. De no hacerlo, sufrirán un bloqueo “preventivo” de todas las operaciones realizadas desde el exterior del país. El cierre de comercios, los anaqueles vacíos y más dificultades para moverse y hacer cualquier transacción completan la rutina diaria de los venezolanos.
Miriam Rodríguez, de 35 años de edad, acudió a sacar dinero el martes de una agencia bancaria de El Valle, en el oeste de Caracas. “La reconversión no ha cambiado nada. Estamos exactamente en la misma posición que antes, es decir, con problemas para obtener efectivo, pero ahora más confundidos con este nuevo cono monetario. Esa es la única diferencia. Seguimos recorriendo diferentes sucursales de diferentes bancos a ver qué es lo más que podemos sacar en un día, y gastando horas interminables en ello. Esto porque un mismo banco te puede estar dando una cantidad en una sucursal menor que en otra sucursal", lamenta. "Y como tienes un límite de un retiro diario, debes buscar la sucursal que esté dando más. Un banco puede darte una cantidad menor a otro banco. Por eso, ahora hay que distribuir el dinero en cuentas de diferentes bancos para poder sacar un poco más ese día", explica. "Todo este esfuerzo absurdo e inhumano para poder pagar el pasaje y poder adquirir algunos productos de la cesta básica más económicos".
Rodríguez cuenta que al haber problemas con los billetes, los vendedores intentan colocar los productos hasta tres veces más caros a débito "para que así prefieras pagar en efectivo". "Para poder comprar algunos productos básicos como huevos, verduras y vegetales, debemos hacer eso durante una o dos semanas. Ahora, los huevos solo los venden en efectivo, por ejemplo. Es uno de los alimentos subvencionados y entonces son vendidos en efectivo por los comerciantes informales que no quieren perder, sino usar el dinero que obtienen en efectivo para poder revenderlo tres veces más caro", relata antes de mencionar el peor escenario: "Los bancos que establecen un límite semanal, por ejemplo, de 10 soberanos. Si logras sacarlos en una sucursal en un día, debes esperar hasta la otra semana para volver a sacar. ¡Es una pesadilla!”.
Esta circunstancia alienta el mercado negro de billetes. En ciudades del interior del país la reventa de efectivo continúa. Las transacciones menudas como el pago del transporte público siguen siendo complicadas por la escasez de efectivo y porque la reconversión implicó un aumento brutal del servicio de transporte que pocos pueden pagar hoy.
El viaje en autobús pasó a costar de 10.000 bolívares fuertes a un bolívar soberano (0,01 dólares), que equivale a 100.000 de los de antes, 10 veces más caro. Se trata de un monto que se pagaría con una nueva moneda que todavía no ha empezado a circular. “Aunque están funcionando los dos sistemas monetarios, para pagar un pasaje con billetes de 1.000 de los de antes la gente tiene que entregar 100 billetes. Ese billete creo que también vamos a empezarlo a rechazar porque es una enorme cantidad de papel que no sirve para nada y nos ocupa espacio”, explica Pedro Jiménez, directivo del gremio de líneas de transporte del oeste de Caracas.
En un entorno hiperinflacionario el bolívar soberano también tendrá una corta vida. El economista Leonardo Buniack advierte, además, de que sustituir la enorme masa monetaria de los billetes que el Gobierno creó tomará su tiempo y quizás la nueva familia de billetes sea insuficiente. “El proceso de hiperinflación hace que el poder de compra del nuevo cono monetario comience a pulverizarse y que la gente comience a acumular efectivo para poder pagar cosas hoy que son tres veces más caras que ayer”.
Estantes vacíos
Mientras tanto, una visita a un supermercado en el este de Caracas pinta los resultados de las decisiones adoptadas en las últimas semanas. El miércoles, Maribel Della Chiesa iba por un yogur y unos plátanos y se fue con las manos vacías. Había más estantes vacíos que los que tenían productos, una estampa que ya han visto los venezolanos en los momentos más críticos del desabastecimiento.
“Los proveedores no han querido traer mercancía”, dice una de las encargadas del negocio que prefiere resguardar su nombre. “Claro, nadie va a vender a pérdida”, responde Della Chiesa. Con hastío cuenta lo que ha visto desde que empezó a implementarse el paquete económico. “Una amiga tiene un negocio y el café le llegó marcado a precio de 15 millones (150 de los soberanos) y luego llegó el gobierno y le dijo que tenía que venderlo a 10 millones (100 soberanos). Obviamente se va a ir del país. Con esto nos vamos a quedar sin nada”, dice la mujer que emigrará a España en diciembre. El año pasado vivió las penurias de conseguir el tratamiento para el cáncer de su esposo que finalmente falleció por no atender a tiempo la enfermedad. “Ya este país me quitó a mi esposo y a mis hijos que también tuvieron que emigrar. Ya no tengo nada que hacer aquí”, cuenta en unos de los pasillos del desolado supermercado.
La oleada de fiscalizaciones a comercios incluidas en el programa económico del Gobierno ha traído lo de siempre en 15 años de controles en los precios y de cambio: cierre de empresas, escasez y nuevos mercados negros. “Estamos repitiendo la misma película, pero más aterradora. Muchos comercios están cerrados porque sus propietarios están a la expectativa”, señala María Carolina Uzcátegui, presidente de Consejo Nacional de Comercios y Servicios, la cámara que agrupa al sector.
“El Gobierno no ha sido claro en sus ajustes, generando un clima de incertidumbre. Pongo el ejemplo del aumento del IVA que era para bienes suntuarios y no se dijo que era general. No sabemos qué pasará con el control cambiario y eso afecta el inventario y la reposición de productos en las tiendas. Venezuela está en un estado de parálisis”.