El País / India / Miercoles 23 de mayo del 2018
“Mi madre me llevó ante una anciana desconocida que me hizo el corte. Aquel dolor me hizo llorar durante horas”, recuerda Aarefa Johari, de 31 años. A los siete años, como es costumbre entre musulmanes bohra, Aarefa fue sometida a la mutilación genital en los aledaños a Bhendi Bazaar, barrio al sur del viejo Bombay con elevada presencia de esta comunidad.
“Años después me enfrenté a mi madre. ¿Pero cómo culparla de una tradición patriarcal enraizada en la fe de generaciones?”, justifica Aarefa sobre una práctica atávica tan presente entre los bohra al punto que algunos miembros que viven en el extranjero viajan a India para someter a sus hijas al sangrante ritual. Supervivientes como ella de este procedimiento, considerado internacionalmente una grave violación de los derechos humanos, llevan años exigiendo una ley que lo criminalice. Una plegaria de la que estudia hacerse eco el Gobierno indio.
Ante la última petición formal para penalizar la mutilación genital femenina en India, el fiscal general del Estado respondió el pasado 20 de abril que esta práctica “es un crimen castigado con siete años de cárcel bajo la legalidad existente”, al poder considerarse un delito que produce daño o daño grave aunque no exista una normativa que lo castigue textualmente. Por ello, K. K. Venugopal pidió al Tribunal Supremo que "interviniese y estableciese las directrices" necesarias hasta la aprobación de una ley específica contra la ablación. La Corte Suprema, que tiene hasta el 6 de julio para pronunciarse en este asunto, envió entonces un aviso a los Estados indios con presencia de esta comunidad.
“Solo los musulmanes bohra realizan esta práctica. No tiene base en el islam. Sino en tradiciones tribales patriarcales de África”, aclara Zeenat Shaukat Ali, experta en Estudios Islámicos de la Universidad de Saint Xavier de Bombay. Con orígenes en Yemen, esta secta chií es una minoría dentro de los indios musulmanes —un 14,2% del total de 1.300 millones de indios, según el último censo—. Sin embargo, India acoge alrededor de un millón de ellos de los 1,5 millones repartidos por el mundo. Además, Bombay es sede de la administración y liderazgo religioso de esta comunidad a nivel internacional.
Hasta ahora, el Gobierno indio había negado que la mutilacion genital femenina se practicase dentro de su territorio. A finales del año pasado, en respuesta a una petición al Supremo, la Ministra de Desarrollo de la Mujer y la Infancia declaró que “no existían datos oficiales o estudios que respaldasen la existencia de mutilación genital femenina en India”. Una justificación sin sentido, según Aarefa Johari: “Las cifras oficiales se obtienen de las denuncias registradas en comisaría. Si no hay una ley que penalice la práctica, ¿cómo va alguien a interponer una querella para un crimen que no existe?”.
La ablación ha sido ampliamente documentada en el mundo, donde unas 200 millones de niñas han sufrido la mutilación genital femenina en alguna de sus formas, según UNICEF. Y eso, pese a que en muchos de ellos está específicamente prohibido por ley. En India es una práctica secreta, que ni cuenta con datos oficiales acerca de la prevalencia de este ritual ni tiene una ley explícita que criminalice su práctica, a diferencia de otros países donde está presente la diáspora bohra.
A principios de año, una coalición de mujeres bohra contraria a la ablación financió el primer estudio sobre mutilación genital femenina en India. Realizada por investigadoras independientes, la encuesta confirmó la prevalencia de esta práctica entre los miembros de esta comunidad en cinco Estados del país. El 75% de las entrevistadas pertenecientes a este grupo, 84 mujeres y 11 hombres, admitieron haber sido víctimas o haber sometido a sus hijas al khafd ó khatna —términos árabes para describir la ablación—.
“Todas sufren algún tipo de molestia en la zona. No hay posibilidad de cortar parcialmente el clítoris”, sentencia el doctor Sujaat Jenuddin Vali, ginecólogo obstetra que examinó a las mujeres durante el curso de la investigación. Sus análisis corroboran que todas esas musulmanas bohra habían sido víctimas de mutilación genital femenina de tipo 1, que supone la eliminación parcial o total del clítoris, según establece la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde Bombay, el doctor Sujaat además confirma que la ablación no solo es practicada por las mullanis (cortadoras tradicionales), sino por profesionales médicos en algunos hospitales de la ciudad.
“La pruebas son contundentes y el Gobierno de India debe aprobar una ley que criminalice esta práctica. Este estudio también es muy importante desde el punto de vista educativo e informativo para nuestra comunidad”, señala Masooma Ranalvi, líder de #WeSpeakOut, el grupo que patrocinó la investigación. Primera plataforma de supervivientes de la ablación en India, el colectivo conciencia en favor de la erradicación de esta práctica en su comunidad, y es uno de los que solicitaron su criminalización al Supremo.
El movimiento contra la mutilación genital femenina adquirió relieve internacional en 2015 a raíz de la condena de tres fieles bohra acusados de practicarla en Australia. Entonces, diferentes congregaciones de países en los que existen leyes específicas contra el procedimiento, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido, enviaron notificaciones a sus feligreses para que lo detuviesen. No ha sido así en India, donde el líder espiritual de esta comunidad, syedna, desde la mezquita de Bhendi Bazaar en Bombay, alienta a que continúen practicando “la circuncisión masculina y femenina” como “obligación” para obtener “pureza religiosa”.
Ante los mensajes contradictorios desde diferentes púlpitos, algunas familias Bohra de la diáspora optan por viajar a India, aprovechando la laguna legal, para continuar con la tradición. El pasado marzo, un juez de Manchester (Reino Unido) prohibió a una mujer de origen indio viajar con su hija al país asiático ante la posibilidad de que la menor fuese mutilada.
A la espera de que el Gobierno tome cartas en el asunto, activistas bohra como Aarefa creen que las arengas de su líder son un delito en sí mismo: “Los comentarios del syedna crean confusión entre nuestra comunidad. Sus palabras son una incitación a que se perpetúe la mutilación genital femenina en India”. La joven periodista ha fundado Sahiyo, un foro digital para que las supervivientes compartan sus historias y se intente sensibilizar a aquellas madres que siguen apoyando esta práctica inhumana.