El Financiero / Ciudad de México / Domingo 7 de enero del 2018
Algunos campamentos de damnificados por el terremoto en la Ciudad de México lucían muy distintos el sábado en comparación con aquellos días terribles después del 19 de septiembre.
En el de la calle Independencia, en el sur de la capital, los niños salieron muy temprano de sus tiendas de campaña. Afuera se extendían sus regalos, algunos en la entrada misma de sus carpas, otros en un árbol de Navidad con el que los mayores intentaron alegrar las fiestas.
“Yo escuché llegar a los Reyes Magos pero luego me dormí”, aseguró Uriel Martinez, de 8 años, feliz porque le dejaron un arma de juguete a él, que justo quiere ser militar.
Dulce Domínguez, de 3, paseaba el sábado por la mañana a su muñeca, casi tan grande como ella, entre las escasas pertenencias del medio centenar de personas que viven ahí desde hace más de tres meses.
Cuentan los mayores que los Reyes Magos llegaron alrededor de las 5 de la mañana. No faltaron regalos, pero sí el espacio -un niño apenas cabía en la tienda con su nuevo auto de juguete- en el pequeño campamento instalado en plena calle, con maderas en el suelo y plásticos que cubren la zona para evitar el frío.
Al lado se encuentra el edificio dañado por el terremoto de magnitud 7.1 al que solo entran al baño por miedo a que se les caiga encima y que las autoridades prevén demoler.
Los juguetes llegaron con el apoyo de los padres de los niños y de voluntarios del organismo “Ayúdame hoy”, uno de los grupos que, gracias a la cooperación de la sociedad civil, repartieron más de 3 mil regalos y donaciones -por ejemplo, para mujeres embarazadas- en las decenas de campamentos de afectados que siguen desperdigados por la capital, explicó Verónica Aragón, integrante de la organización.
La rosca de Reyes no falto en la calle Independencia y el pequeño Jeremy, de 2 años, la disfrutaba ante la mirada preocupada de su madre embarazada, Carla Ivette Ávila.
Luz María Álvarez, una de las vecinas que se quedó sin casa en la calle Independencia y vive en el campamento con su marido, sus hijos y sus nietos, estaba el sábado animada por los festejos, pero asegura que todos siguen preocupados porque no saben cuándo volverán a tener casa
Solo los pequeños viven en su mundo, dice. “Para ellos vivir así sigue siendo una aventura y más un día como hoy que están todos compartiendo”, afirmó.