Quintoelab / Ciudad de México / Jueves 7 de diciembre del 2017
Hilberto Mascarenhas Alves da Silva es un hombre bajito, de complexión mediana, que “habla” con el cuerpo. No descansa un segundo. Se retuerce, se cubre la boca con la mano, la aprieta, echa el cuerpo para atrás, frunce el rostro, pasa su mano izquierda sobre la cabeza, la recorre firmemente del frente a la nuca.
No para de moverse. Y menos en este momento: está declarando una vez más frente a los fiscales brasileños. Se ve fatigado.
Encerrados en un pequeño cuarto de la Procuraduría General de la República de Brasil, sus abogados defensores, los fiscales y el propio Alves da Silva son los protagonistas de una escena poco deseada.
Alves da Silva no es un hombre cualquiera. Hasta hace muy poco tiempo encabezaba un área fundamental en la alta estructura de Odebrecht, la poderosa empresa constructora brasileña que hoy se encuentra en el centro del mayor escándalo de corrupción corporativa en la historia de América Latina: era el jefe del Sector de Operaciones Estructuradas, la oficina encargada de armar los esquemas financieros necesarios para realizar los pagos de los sobornos.
Está rindiendo su testimonio videograbado sobre lo que los fiscales conocen como el Anexo Temático 19, titulado “Presidente de Pemex”, al que Quinto Elemento Lab ha tenido acceso, junto con declaraciones juramentadas, carpetas electrónicas y otros documentos, todos ellos confidenciales y algunos secretos.
A Alves da Silva le llevará 14 minutos declarar lo que sabe en torno a los presuntos sobornos entregados por Odebrecht al ex director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), pero el meollo de lo que tiene que decir se resume en unas cuantas frases:
Emilio Lozoya Austin es el dueño de las cuentas bancarias que se abrieron en el HSBC de Mónaco a nombre de las empresas offshore. Como titular de esas cuentas aparece Rodrigo Durán, pero éste, una especie de intermediario financiero (doleiro, le llaman en portugués) contactado por Odebrecht, las endosó y las transfirió a Emilio Lozoya Austin.
“Rodrigo transfirió las acciones de la offshore de la cuenta en donde fue depositado el dinero. En cualquier momento, Emilio podía decir esa offshore es mía y esa cuenta es mía si en algún momento hubiera un malentendido entre Rodrigo y él”.
–Entonces –le preguntan los fiscales, que desean tener claridad sobre lo que Alves da Silva sostiene–, ¿aquellas offshore son de su propiedad [de Emilio Lozoya]?
–Sin duda –replica Alves da Silva con certeza–. No necesitaban estar al portador. Estaban a nombre de Rodrigo. Sólo que Rodrigo se las endosó y transfirió. En cualquier momento, la podía poner a nombre de cualquier persona, o de él mismo, y tomar la empresa.
Hilberto Mascarenhas Alves da Silva se presentó el 15 de diciembre de 2016 en las instalaciones de la Procuraduría General de la República en Ribeirão Preto, estado de Sao Paulo.
Hombre de máxima confianza de Marcelo de Odebrecht, presidente de la constructora que lleva su apellido, Alves da Silva era jefe del Departamento de Operaciones Estructuradas, la oficina que se encargaba de realizar y ejecutar los sobornos destinados a presidentes, ministros, diputados y políticos de una decena de países de América Latina y la África de habla portuguesa.
De su escritorio salían los complejos esquemas financieros utilizados para hacer llegar las transferencias bancarias a los destinatarios de las propinas indebidas pagadas por Odebrecht.
Al mando de lo que en la empresa constructora se conocía como la “caja 2”, en donde se reunían los fondos utilizados para corromper a los políticos, Alves da Silva ha dado múltiples testimonios ante la justicia brasileña por el papel estratégico que le tocó desempeñar.
Él coordinó y supervisó que se ejecutaran las órdenes dadas por Marcelo de Odebrecht para proporcionar financiamiento ilegal a las campañas electorales en Brasil, El Salvador, Venezuela, República Dominicana, Panamá y Angola.
Entre otros de los testimonios que le ha correspondido realizar ante el juez Sergio Moro, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia que lleva la causa penal 6655, se encuentra, por ejemplo, los detalles de cómo Odebrecht compró, y luego entregó, el terreno sobre el que se construyó el Instituto Lula, la fundación del expresidente brasileño.
También jugó un papel determinante en el pago de las “propinas indebidas” dedicadas a sobornar políticos para obtener contratos de obra para Odebrecht en muchos otros países, entre los que se encuentran Ecuador, Perú, Argentina, Colombia y México.
En todo ello radica, en resumen, la relevancia de lo que Alves da Silva revele. Es casi fin de año, 15 de diciembre de 2016, y los fiscales Andrés Meneses, Carlos Roberto García y Gabriel de Costa toman la palabra.
Le preguntan si está dispuesto a colaborar voluntariamente y si está de acuerdo en renunciar expresamente a su derecho a guardar silencio. Alves da Silva dice que sí a las preguntas y, entonces, los fiscales le advierten sobre las condiciones que debe cumplir para concederle el beneficio de la “colaboración premiada” y, así, reducir los años en prisión.
Alves da Silva expresa, como han hecho todos los 78 ejecutivos y ex ejecutivos de Odebrecht que han participado en los acuerdos, empezando por Marcelo Odebrecht, que está consciente de que los beneficios de la colaboración dependen de que se obtengan uno o más de los siguientes resultados:
1) La identificación de los demás coautores y partícipes de la organización criminal y las violaciones a la ley que cometieron, 2) la revelación de la estructura jerárquica y de división de tareas dentro de la organización criminal, 3) la prevención de las infracciones penales derivadas de las actividades criminales, y 4) la recuperación total o parcial del producto de las actividades de la organización criminal.
Y entonces Alves da Silva espera la siguiente pregunta. Está a punto de contar todo lo que sabe con respecto al presunto soborno entregado a Emilio Lozoya Austin, a quien conoció en un viaje a México realizado en noviembre de 2014 expresamente con el propósito de reunirse con el entonces director general de Pemex y armar un esquema financiero en el que no apareciese el nombre de Emilio Lozoya.
–¿El señor responderá a las preguntas que se le formulen en lo que toca al anexo temático 19, titulado “presidente de Pemex?
–Sí –responde en un monosílabo.
Ya tendrá oportunidad de explayarse.
En noviembre de ese 2013, Odebrecht México presentó a Pemex Refinación una propuesta con costo de 115 millones de dólares para “el acondicionamiento y movimiento de tierras para el proyecto de aprovechamiento de residuales en la refinería Miguel Hidalgo”.
Al arranque de diciembre le dieron una buena nueva: Odebrecht había ganado la licitación de mil 364 millones de pesos. “La influencia de Lozoya en el Consejo (de Administración de Pemex) fue determinante para conquistar el contrato. En función de eso, y en cumplimiento del acuerdo con Emilio Lozoya, autoricé –aseguró Luis de Meneses Weyll en su delación jurada– al Sector de Operaciones Estructuradas el pago de seis millones de dólares”.
La muestra de agradecimiento por haber ganado el contrato no tardó demasiado. El 3 de diciembre se hizo la primera transferencia. Un millón de dólares. Clinc. Una semana después, otra transferencia. Ahora de un millón 350 mil dólares. Clinc. Buen cierre de año.
El contrato se firmó el 15 de febrero de 2014. Ya había quedado en firme, así que había que enviar los recursos a las empresas offshore que fueron designadas por Lozoya Austin, según sostiene la delación de Luis Alberto de Meneses Weyll, ex director de Odebrecht en México.
Y el Departamento de Operaciones Estructuradas encabezado por Alves da Silva hizo lo suyo.
Una semana después de la firma del contrato con Pemex, del Meinl Bank, localizado en Antigua, salieron un millón 350 mil dólares hacia la cuenta que la empresa Zecapan SA tenía en el Neue Bank AG, con sede en el Principado de Liechtenstein. La operación quedó registrada con el número 394652. Y la cuenta era la 1001.560.103.
Habría otros dos pagos más, ambos autorizados en marzo de 2014, aunque su entrega se demoró más de lo debido a un factor inesperado: las cuentas tenían mucho dinero. “En un momento determinado, Lozoya solicitó cambiar el procedimiento de transferencia… A mediados de 2014 se cambió la forma de pago por el recelo de que se rebasaran los límites de capacidad de las cuentas en que se hacían los depósitos”, explicó Luis de Meneses.
La experiencia de Alves da Silva entró en acción entonces para encontrar una salida. Creó una estructura para hacer viables los pagos restantes “y se utilizó a un operador para hacer posibles las transferencias”. La razón: Emilio Lozoya ya no quería recibir más dinero en cuentas a partir de las cuales podría vincularse su nombre, argumentó Alves da Silva ante los fiscales un día antes que De Meneses.
Ahí es donde aparece el nombre de Rodrigo Tacla Durán, hoy en libertad provisional en España. “Él entraba en contacto con los beneficiarios y negociaba la gestión de los recursos como su financial advisor, manteniendo el dinero en estructuras en las cuales el propio Rodrigo era el ultimate beneficial owner”, explicó el ex jefe del departamento encargado de los sobornos.
Eso es lo que hizo Rodrigo en México. La operación se armó los primeros días de noviembre de 2014. “Le presenté a Emilio Lozoya a Rodrigo Durán para que Rodrigo recibiese el dinero en su nombre”, detalló Alves da Silva durante una comparecencia en la que no dejaba de gesticular y mover la quijada, lo que hacía que los lunares que bordean su boca subieran y bajaran rítmicamente, según el video en el que se registró la misma y que forma parte del expediente armado por el equipo del procurador Rodrigo Janot Monteiro.
“Esa cuenta fue abierta en el HSBC de Mónaco. Esa información la conozco porque yo estaba con Rodrigo y participé en la reunión que ocurrió el día siguiente a mi reunión en Pemex. Luis (de Meneses), yo y Rodrigo fuimos a casa de Emilio Lozoya en la Ciudad de México, y en esa ida le presenté a Rodrigo, desayunamos en la casa de él”.
El testimonio de Hilberto Alves da Silva es inusual porque, por lo general, él nunca se enteraba de quiénes recibían los pagos indebidos. “Aunque la estructura de mi área estaba diseñada para que yo no tuviese conocimiento de quién era el destinatario final de los pagos, en situaciones excepcionales sí supe quiénes eran”.
Una de esas situaciones fue la de Lozoya. Alves da Silva tuvo que visitar México porque Luis de Meneses le solicitó que le ayudara a “operacionalizar el pago de la propina al presidente (sic) de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, que no quería recibir dinero en sus cuentas bancarias”, se lee en una declaración escrita entregada por Alves da Silva a la Procuraduría General de Brasil, documento que es parte del proceso penal llevado en el Supremo Tribunal Federal.
La carta, de unos tres párrafos con mucho contenido, sigue: “Tuve una reunión con Emilio Austin (sic) en su casa, ocasión en que le presenté a Rodrigo Durán para que Rodrigo recibiese el dinero en su nombre, como laranja [un agente que trabaja en una empresa “non related”, proveedores independientes residentes fuera de Brasil que eran parte de la red financiera para lavar los sobornos montada por Da Silva.)
Esa visita a México tuvo un buen final, según la carta: “En ese encuentro (con Lozoya) quedó acordado un pago de dos millones de dólares para la semana siguiente y otros pagos por tres millones para semanas después, totalizando cinco millones de dólares”.
Debajo de ese párrafo, una firma: la de Hilberto Mascarenhas Alves da Silva Filho.
Alves da Silva ya ha hablado unos 10 minutos. Su semblante no es el mejor y unos profundos surcos negros enmarcan sus ojos. Está exhausto. Responde lo más ampliamente que puede, pero no sonríe. Hay un tono de gravedad, acompañado de algo que puede interpretarse como resignación.
–Respecto a los pagos, fueron operaciones –comienza a preguntar el fiscal, pero Alves da Silva lo interrumpe…
–Fueron inmediatamente dos millones (de dólares) –dice y revisa algo en su computadora–. Después se programaron tres más, para un total de 5 millones.
–Esos montos de dos millones y después de tres millones, ¿lo dividieron en pagos menores, no?
–Sí, siempre eran pagos parciales. El mercado financiero internacional no admite una transferencia de ese tamaño sin una justificación muy real –responde y alarga la “u” de muy–. Y una justificación para de ese tamaño para ese tipo de operaciones no existe.
El testimonio juramentado está cerca de concluir e Hilberto habla del viaje a México. “Ese viaje fue muy bueno para mí porque aproveché ese momento y visité a mis nietos. En esa época mi hijo mayor estaba trabajado en Odebrecht México. Entonces, junté el hambre con las hambres de comer –dice y en su rostro revienta una pequeña carcajada. Se ríe al fin.
Alves da Silva es un hombre bajito, pero no es un hombre cualquiera.