El Financiero / África / Jueves 16 de noviembre del 2017
El presidente de Zimbabue apareció en fotos de una reunión con el jefe militar que lo colocó bajo arresto domiciliario, mientras continuaban las negociaciones con una delegación sudafricana y un sacerdote católico en la casa de gobierno en busca de una solución a la turbulencia política y el probable fin de un régimen de décadas.
El diario estatal Zimbabwe Herald publicó presuntas nuevas fotos de la reunión y prometió detalles para más tarde. En una, el presidente Robert Mugabe y el jefe militar se estrechan la mano. Las fotos no muestran a la primera dama Grace Mugabe, cuyo vertiginoso ascenso político alarmó a muchos en el país, temerosos de que sucediera a su esposo.
El presidente sudafricano Jacob Zuma dijo ante el Parlamento que la situación política "se aclarará en breve".
Aprovechando el vacío de poder para expresarse, voces opositoras y de la sociedad civil instaron a Mugabe a renunciar después de 37 años en el poder y pidieron que el país hiciera una transición para celebrar elecciones justas y libres.
Mugabe está bajo vigilancia militar, según varios medios, con su esposa. No se ha visto al recién despedido vicepresidente Emmerson Mnangagwa, que huyó del país la semana pasada.
El ejército seguía desplegado en las calles de la capital, Harare, en medio de un clima de tensión. Las autoridades regionales tenían prevista una reunión sobre la crisis en la vecina Botsuana y varios ministros sudafricanos llegaron a Harare para reunirse con los militares y con Mugabe.
Un comunicado conjunto de más de 100 grupos civiles instó a Mugabe, el jefe de Estado más anciano del mundo, a dejar el cargo de forma pacífica y pidió al ejército que restaurara el orden con rapidez y respetara la Constitución. En otro comunicado conjunto, varias iglesias en el país hicieron un llamado a la calma.
Una exvicepresidenta del país, Joice Mujuru, que fue destituida en 2014, pidió "elecciones libres, justas y creíbles" tras un acuerdo de transición alcanzado entre varias comunidades. Dijo a la prensa que la paz solo puede conseguirse "a través de la máxima moderación", señalando que se sentía alentada por los mensajes publicados hasta el momento condenando la violencia y defendiendo la paz.
Por su parte, un pastor que el año pasado lideró el movimiento en medios sociales #ThisFlag ("Esta bandera"), que derivó en las protestas más grandes contra el gobierno en una década, pidió a los ciudadanos que "se alcen por la paz".
"¿Debemos esperar sentados, o debemos al menos participar en este proceso de transición?", preguntó Evan Mawarire, instando a los ciudadanos a no esperar a que fueran los líderes regionales quienes mediaran el próximo paso.
En todo el país, los zimbabuenses disfrutaban de libertades que no habían tenido en años. En cierto modo, el cambio al control militar trajo un soplo de aire fresco.
Por una vez, los zimbabuenses no encontraban cada pocos kilómetros barricadas levantadas por policías que pedían sobornos.
Los soldados que trabajaban en los escasos controles de seguridad en el acceso al centro de Harare recibían a los conductores con una sonrisa, registraban los autos sin hostilidad y deseaban buen viaje a los que pasaban.
Los vendedores callejeros, que sufrían redadas policiales después de que Mugabe ordenara su retirada, trabajaban sin impedimentos. Los sindicatos instaron a los trabajadores a continuar con su rutina.
"La situación está bastante bien porque ahora están regresando a sus empleos", comentó un vecino de la capital, Clinton Mandioper.
Grupos humanitarios pidieron respeto a los derechos mientras se desarrollaba la situación.
En medio de preguntas sobre el paradero de la primera dama, Grace Mugabe, un diario namibio, el New Era, reportó que el ministro de Exteriores de ese país había negado que hubiera huido allí.
La embajada de Estados Unidos en Zimbabue, por su parte, advirtió a sus ciudadanos que "limiten los movimientos innecesarios", mientras que el gobierno británico instó a sus ciudadanos a evitar grandes aglomeraciones y cualquier manifestación.