Excelsior / Bogotá, Colombia / Sabado 21 de octubre del 2017
La línea limítrofe entre Colombia y Venezuela se ha convertido en los últimos meses en una frontera de fuego en la que convergen el éxodo de miles de venezolanos que huyen en busca de mejores condiciones y la presencia de miembros de bandas criminales que se disputan entre sí el control de la zona.
Más de dos mil kilómetros lineales, unas 41 ciudades y municipios y al menos ocho ríos forman parte de esa marca divisoria testigo del incremento en los índices delincuenciales y de prostitución, el tráfico de gasolina, drogas, medicamentos y personas, el hambre de los venezolanos que llegan sin nada a Colombia y el enfrentamiento a sangre y fuego con organizaciones ilegales. El hecho más reciente sucedió el jueves pasado, cuando desconocidos abrieron fuego desde Venezuela contra policías colombianos que estaban al otro lado de la frontera.
El cruce de disparos ocurrió muy cerca del Puente Internacional Simón Bolívar, el principal paso fronterizo que comunica al departamento colombiano de Norte de
Santander con el estado venezolano de Táchira.
Para el coronel Javier Barrera, comandante de la policía de Cúcuta –capital de Norte de Santander–, los 14 tiroteos que se han registrado en la frontera en el último mes han generado tensión y zozobra en la zona por donde transitan al menos 20 mil personas diariamente.
No obstante, la preocupación del gobierno colombiano va más allá de la seguridad y vigilancia ante este tipo de situaciones. La atención médica, escolar, de vivienda y laboral se ha convertido en una de las principales problemáticas.
Recientemente, cuando el flujo de migrantes provenientes del vecino país se incrementó considerablemente a causa de las protestas contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, que dejaron más de 120 muertos entre abril y julio, la Defensoría del Pueblo prendió las alarmas en ese sentido.
Llegada masiva
"Los puntos vitales a los que se tiene que responder ante la creciente llegada de venezolanos son la salud, la vivienda y la educación. Mi gran preocupación es la garantía de derechos, porque no sé con qué economía se podrá atender a los que lleguen”, dijo Carlos Negret, el defensor del Pueblo colombiano.
Aunque las cifras oficiales dan cuenta de que unos 232 mil venezolanos han cruzado la frontera hacia Colombia para quedarse, organizaciones sociales y los propios nacionales perciben que la llegada de ciudadanos desde el vecino país es mucho más alta.
En las calles de las principales ciudades del país, la presencia de venezolanos es notable.
En empleos formales e informales sobresalen acentos provenientes de Caracas, Barquisimeto, Valencia,
Maracaibo y San Cristóbal, entre otras ciudades del país.
Varias empresas públicas y privadas han optado por contratar a experimentados venezolanos que llegan con aspiraciones salariales mucho menores que los colombianos.
Sin embargo, la suerte de todos los que arriban a tierra “cafetera” no siempre es la misma. En la calle, abunda la venta de arepas, empanadas y chicha venezolanas, así como las muestras folclóricas y artísticas de todo tipo.
"Llegué hace unos tres meses a Colombia porque no teníamos ni dinero y tampoco cosas para comprar en Venezuela. No hay alimentos, no hay ni siquiera papel
higiénico suficiente para todos, y para estar en un lugar así preferimos estar aquí, así sea vendiendo en la calle arepas”, dijo Stephanie Navarro.
sta joven venezolana, que estudiaba Odontología en Caracas, llegó a Colombia con su esposo colombiano y un hijo de tres años. Ellos empacaron en “apenas dos
maletas lo más necesario”.
La situación es mucho más aguda en ciudades como Cúcuta, Barranquilla, Riohacha, Santa Marta y Cartagena de Indias. En esta última se ha generado una batalla campal entre prostitutas venezolanas y colombianas.
Autoridades identificaron a por lo menos un centenar de mujeres provenientes de Venezuela que, siendo profesoras, abogadas, médicas y amas de casa en su país, tuvieron que acudir a la prostitución para solventar sus gastos y ayudar a sus familias.
"Cada una de ellas llega aquí con una tragedia de dolor encima”, contó Juana Franzual, una líder cívica de Bayunca, una zona rural de Cartagena de Indias donde hay por lo menos cuatro bares en los que las venezolanas se prostituyen.
A esto se suma la situación de cientos de embarazadas que cruzan la frontera para dar a luz en Colombia. La mayoría de ellas llegan al país con bajo peso y un desarrollo gestacional deficiente, por lo que requieren atención especial.