El País / España / Miercoles 23 de agosto del 2017
Fue un proyecto casi accidental. Al ingeniero británico Tim Berners-Lee se le encomendó crear una base de datos de manera puntual para el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear con sede en Ginebra. Se trataba de un trabajo puntual que desarrolló de manera impecable en unos pocos meses en 1980; sin embargo, su labor dejó un buen recuerdo en el organismo y en 1984 se le contrató para formar parte de la plantilla de la organización.
Su próximo encargo consistía en un sistema para que los científicos alrededor del mundo pudieran compartir información, y sin saberlo, se trataría de la semilla de lo que hoy es Internet. Así, el 23 de agosto de 1991 se abrió al mundo la World Wide Web y por este motivo se celebra hoy el Día del Internauta, aunque en esta ocasión se hace de manera especial al cumplirse los 25 años de su creación.
Poco podría imaginar este científico londinense que lo que había creado en un laboratorio suizo pasaría a convertirse en el paradigma de la comunicación del planeta, transformando nuestro mundo de forma definitiva. Conviene comprender, en cualquier caso, que Internet y la WWW no son lo mismo: la primera se refiere a la red que permite la comunicación, mientras que la segunda es el espacio en el que se almacena toda la información y las páginas web tal cual las conocemos hoy. En cualquier caso, esta fecha tan especial está siendo celebrada por los internautas del planeta en la propia red y en especial en las redes sociales, donde se han creado perfiles específicos (por ejemplo en Facebook) donde intercambiar las felicitaciones.
Crecimiento apabullante
¿Qué ha sucedido desde entonces? Imposible no mirar atrás y descubrir datos de interés, como saber que la WWW que hoy conocemos estuvo a punto de ser bautizada como The Information Mesh o The Information Mine, todo a elección de este científico británico que al final escogió bautizar su creación como la World Wide Web que hoy tan bien conocemos.
Esta forma de comunicación se ha convertido en masiva y clave para el desarrollo de la población, y para ponerlo en perspectiva, en 1991 su número de usuarios no alcanzaba el 1% de los habitantes mientras que hoy se acerca al 50% y como es de imaginar, esta cifra no para de crecer.
Otro dato que nos da una idea de la explosión que ha vivido este fenómeno es precisamente el de páginas web alojadas en la red: en 1994 eran apenas poco menos de 3.000 las webs disponibles para los pioneros del sistema, mientras que en 2014 se cuentan más de mil millones. En esta historia tan accidental hay múltiples anécdotas, como las célebres barras que estamos obligados a escribir en las URL de las páginas web: fueron una elección causal de Berners-Lee. “No sabía que serían tan problemáticas después”, declararía este genio, “en su momento me parecieron una buena idea”. Se trata de un mea culpa en el que se arrepiente de todo el tiempo que ha hecho perder a la gente a la hora de teclear y el papel malgastado en un carácter que él mismo reconoce como “innecesario”.
También hay otros nombres propios en este recorrido que ya ha alcanzado el cuarto de siglo: el primer internauta fue Robert Cailliau, un ingeniero informático que ya ha pasado a la posteridad. Menos sorpresas nos encontramos al recordar la primera web, un honor que, lógicamente, ostenta el propio CERN que vio nacer este transformador proyecto: fue info.cern.ch. Y por si fuera poco el legado que ha dejado Berners-Lee a su paso, este científico recuerda que la clave del crecimiento de la red fue sin duda abrir el servicio a todo el globo: “Si esta tecnología hubiera sido propietaria y bajo mi control, nunca hubiera despegado”.