Manolo Victorio (crónica) / Veracruz, Ver. / Jueves 29 de junio del 2017
El enojo popular, anónimo, encubierto en un mingitorio de cantina, revienta en trazos hoscos, concisos e incorrectos gramaticalmente, apurados por la prisa para no ser descubiertos en el rayoneo de este periódico mural improvisado.
Cuando la cerveza forza la elasticidad de la vejiga, la batea horizontal de lámina galvanizada, habilitada como miadero es refugio que alivia las urgencias del cuerpo, pero también para la actualización informativa.
Y es aquí donde se entera el parroquiano del estado que guardan las cosas de la gobernanza, del quehacer público, de la vida azarosa de ex funcionarios que llegaron a Xalapa en un modestos Tsurus y a la vuelta de seis años son reyezuelos opulentos, desvergonzados e impunes.
Aquí, en este recinto donde los reporteros alivian sus penurias escanciadas con cerveza, whisky, tequila o ron, un escritor fantasma los escucha, acecha, espía e imita, trasladando las charlas de la vida pública al baño de hombres.
En machetazo a caballo de espadas, en la cantina de los periodistas, Bar Santanas, un reportero anónimo tapiza las paredes con noticias que no pierden actualidad.
El reportero sin fuente sólo se provee de un marcador Esterbrook, escucha con paciencia de jubilado las peroratas y lecciones de periodismo que lo comunicadores se intercambian en parrandas interminables.
Después, pirateada la información, ésta se plasma para el conocimiento público; hasta los periodistas se sorprenden de la concisión y precisión del escritor fantasma.
Las sentencias son implacables, severas, en atropello de la presunción de inocencia: “Duarte: 20 años en Pacho Viejo”.
La proyección del juicio popular es inatacable, si el ex gobernador Javier Duarte de Ochoa llegase a ser alcanzado por el largo brazo de la justicia yunista, deberá pagar con 20 años de cárcel, encerrado en Pacho Viejo, en el pueblo mágico de Coatepec.
Otra sentencia severa: “Tarek (Abdalá Saad) rata, vas a pagar lo que te robaste, vas a Pacho Viejo” reza el cabezal espontáneo dirigido al ex tesorero de Javier Duarte de Ochoa, acusado de desviar 23 mil millones de pesos.
En este tribunal anónimo, el olor de la orina disfrazada, atenuada con cáscaras de limones exprimidos, el señalamiento alcanza también a Arturo Bermúdez Zurita, ex titular de la Secretaría de Seguridad Pública, el remedo de Vladimiro Montesinos de Duarte.
“Bermúdez Zurita: rata”, sintetiza el editor fantasma de paredes públicas, en alusión a las diez casas que Arturo Bermúdez compró en Woodland, Texas, para pasar sus días junto a su familia.
En el listado de los ex funcionarios del gobierno veracruzano, sólo el policía Bermúdez está en la cárcel de Pacho Viejo, a Javier Duarte y Antonio Tarek Abdalá los espera una fría celda en la prisión donde algún día -espera el reportero anónimo- puedan reunirse todos los que saquearon a Veracruz.
Y mientras el whisky no hace estragos en el cerebro, el reportero alcanza a registrar con su teléfono celular esta perla del espíritu crítico del veracruzano, en homenaje al reportero anónimo, discreto, invisible, que viene a escuchar el griterío de los periodistas que creen que el mundo gira a torno a ellos, disparatados, egocéntricos, echadores y ebrios de cantina.