Excelsior / Pekín / Martes 27 de junio del 2017
La presión internacional sobre China para que permita salir del país al disidente y premio Nobel Liu Xiaobo, excarcelado por su grave estado de salud, va en aumento después de conocerse que Liu quiere trasladarse al extranjero para recibir tratamiento médico.
El renombrado intelectual, de 61 años y que ha pasado casi los últimos 9 en prisión, fue excarcelado al ser diagnosticado con un cáncer terminal de hígado y, de momento, está siendo tratado en un hospital de Shenyang, en la provincia norteña de Lioaning, pero quiere buscar ayuda médica en otro país, confirmó un amigo cercano, quien prefirió mantener el anonimato.
"¡Deben ir al extranjero a recibir tratamiento! ¡Es su voluntad (la de Liu Xiaobo y su mujer, Liu Xia)!", enfatizó hoy la fuente sin precisar más detalles, pero alertando de que Liu se encuentra en muy mal estado de salud.
Al parecer, algunos allegados, entre ellos la mujer del disidente, han podido ir a ver a Liu al hospital, pero otros amigos o periodistas no han podido entrar en el edificio, cuyo acceso está controlado por la Policía.
La Fundación Dui Hua, especializada en casos de presos en China y con sede en Estados Unidos, advirtió hoy en un comunicado de que, a pesar de que se le haya trasladado a un centro hospitalario, Liu Xiaobo no es libre pues, según las leyes del país, sigue cumpliendo su condena bajo control de las autoridades.
Tras verle en persona, su mujer, que fue puesta bajo arresto domiciliario poco después de que su marido recibiera el Nobel de la Paz en 2010, aseguró en un video que comenzó a circular por Twitter que el cáncer de Liu Xiaobo es inoperable.
Sin poder contener las lágrimas, su esposa da a entender que no hay salida:
"No operación. No radioterapia. No quimioterapia".
El Gobierno chino, por su parte, explicó ayer que un equipo de "ocho renombrados" oncólogos está buscando el mejor tratamiento para el Nobel y hoy el Ministerio de Exteriores pidió a la comunidad internacional que no interfiera en sus asuntos.
PRESIÓN INTERNACIONAL
No obstante, la presión aumenta sobre Pekín.
Una portavoz de la embajada de Estados Unidos, Mary Beth Polley, urgió hoy a Pekín a que libere al disidente y a su esposa y que garantice que puedan tener acceso al tratamiento médico que deseen.
Además, otras legaciones occidentales siguen de cerca la situación, mientras numerosas organizaciones en defensa de los derechos humanos cuestionan duramente la gestión del Partido único.
"¿Cómo es posible que las autoridades penitenciarias no supieran antes de su estado de salud? ¿Es posible que Liu Xiaobo no mostrara ningún síntoma hasta mayo y que de repente fuera diagnosticado (con una enfermedad) terminal?", se pregunta la ONG Human Rights in China.
El caso de Liu, un conocido intelectual que, como muchos otros, acabó siendo perseguido por el Gobierno por defender abiertamente derechos fundamentales, pone ahora el foco en el trato que se da a los presos políticos en China en un año marcado por múltiples denuncias de torturas bajo custodia.
"Creemos que el sufrimiento físico y mental de Liu Xiaobo en el sistema de prisiones de China es la causa fundamental del deterioro de su salud", afirman dos exlíderes del movimiento prodemocrático de Tiananmen de 1989, Wuer Kaixi y Wang Dan, exiliados en Taiwán.
Para ambos, Liu Xiaobo, quien también participó en las famosas manifestaciones que acabaron en masacre, fue y sigue siendo su "mentor" y consideran que el régimen chino le condenó "a muerte" con los nueve años que llevaba recluido "simplemente" por decir lo que piensa.
Tras haber sufrido otros periodos de confinamientos en el pasado, Liu Xiaobo fue sentenciado en 2009 a 11 años de prisión por subversión tras ayudar a redactar la llamada "Carta 08", un manifiesto político que pedía al régimen comunista la aplicación de derechos constitucionales como la separación de poderes o la libertad de expresión.
Un año después, recibió el Nobel de la Paz por su constante lucha para conseguir la democratización de China y, entre rejas, lo dedicó a los "mártires de Tiananmen": los entre cientos y miles de estudiantes y trabajadores que según distintas fuentes murieron en las calles de Pekín a manos de las autoridades.
Hoy, sus amigos y allegados esperan que Liu no se convierta en otra víctima.