Alejandra Herrera (Crónica) / / Sabado 29 de abril del 2017
Son las 19:00 horas. Con el nuevo horario de verano, todavía hay luz solar. En las inmediaciones del estadio Luis Pirata Fuente hay un río rojo cuyo cauce es hacia las fauces del tiburón.
Mientras la afición ingresa, afuera la vendimia, los revendedores, los operativos de los policías, la gente corriendo, descendiendo del autobús, o buscando un lugar para aparcar el auto.
El partido es importante, el Tibu necesita ganar para alejarse aún más del temido descenso. El Monterrey ya está en la liguilla, pero quiere el liderato.
Unos 40 grados se sienten en el cuerpo, pero en el estadio hace todavía más calor, el humano.
Esta vez no fue por el Cruz Azul, El América, Las Chivas o Los Pumas, el estadio se abarrotó por el equipo de casa, a ese que no se deja nunca y al que se le es fiel, sobre todo en los peores momentos.
La afición del Monterrey es un lunar, es un frijol en el arroz, pero también hace ruido con su batucada para apoyar a su equipo, son regios.
Mientras arranca el encuentro, los volovanes, el queso de hebra, los cacahuates, los churritos, los chicharrones de harina, las donas con relleno de manjar y por supuesto las cervezas, no dejan de desfilar. Y durante los 90 minutos del partido tampoco.
Un aficionado, aparece entre el público. No se ha perdido ni un solo partido, ha ido a todos. No se lo contó a nadie, se le nota.
Previo al inicio, grita, se emociona, organiza porras con todo y aplausos. Más tarde se le une su hermano. Juntos organizaron la ola que dio unas cinco vueltas al estadio durante el segundo tiempo cuando el partido se tornó aburrido. Los regiomontanos no participaron, son codos hasta para levantar las manos.
El gol que metió Egidio Arevalo en el minuto 14, cimbró al estadio. Pero esta vez fue diferente. No es lo mismo ver un gol desde el palco de prensa que vivirlo en la grada con la gente.
El calor tenía agobiados a los jugadores, pero más a la afición. La acción se acabó en el primer cuarto del partido. En un par de momentos, la mayor distracción fueron dos bengalas rojas que lanzó la porra del equipo local y que se quedaron suspendidas en el aire. Eran un llamado de auxilio para que cayera otro gol.
La afición no sólo sabe de futbol y de cómo dirigir a un equipo durante 90 minutos como técnicos profesionales. La afición jarocha también sabe de política.
A pesar de su detención el Sábado de Gloria, Javier Duarte sigue siendo tema principal. A la menor provocación mencionan su nombre, incluso para mentar madres a los jugadores.
“Vas a aparecer en una fosa clandestina”, grita una aficionada. Estaba muy atrás, no se alcanza a ver a quién le grita.
Javier Duarte e inseguridad: tendencias, así como en el twitter.
El partido acaba con la gente coreando El Tibu No Se Va. Fidel Kuri, el presidente, no municipal, el de la directiva de los Tiburones Rojos, se hinca a medio campo. Ganó, no una elección, el partido, no el del PRI, el que se jugó contra el Monterrey.
La gente le aplaude, lo abuchea, le mienta la madre mientras saluda desde el campo a la afición a la que le rinde cuentas.
Se sube a la grada. Se quieren tomar fotos con él. Un aficionado incluso lo besa porque El Tibu No Se Va.