Veracruz, Ver.

     
Pedro Cruz




Pedrerías

Peces en la ciudad



Sabado 5 de Agosto del 2017

A las diez de la mañana, Wilber Maa, alias el Pescadito, entró a la cantina “ La Garlopa”. No tenía otra cosa en mente que buscar consuelo para el agobio de su cuerpo y de su alma. Por su condición de náufrago, lo que vio le pareció lo más propicio del mundo. Se habría sorprendido si, a esa hora del día, hubiera encontrado a los borrachos de la noche anterior.

Mario, diligente, atendía las mesas. Al ver al Pescadito hizo un gesto de resignación y observó de reojo a sus nuevos invitados que departían alegres. Dos de ellos, quienes parecían dirigir el cardumen, estaban en la barra. Un Tiburón como de dos metros de estatura y un Pez Espada, casi del mismo tamaño, cuyo cuerpo de plata centellaba al contacto con la luz del sol.

Ambos tomaban güisqui en las rocas. Los demás cervezas y bebidas preparadas por dos meseras diligentes que, a estas alturas, ya no se sorprendían de nada. Especies de ese tipo había visto incluso más grandes pero en el mercado de abasto en condición de desamparo. Nunca lo imaginó, ni en el más remoto de sus sueños, verlos vivitos y coleando.

Mr. Pez Espada, pidió otra ronda:
---Para todos, igual, ordenó con evidente educación y buenos modeles.

Con un aletazo simultáneo, como programados por una máquina invisible, lo invitaron a pasar a la barra. La voz de Tiburón era grave y ronca, como es de suponerse, en cambio la de Pez Espada, tipluda y sutil.

--- Toma una copa con nosotros.
-----Si, señor Tiburón, la necesito, atinó a responder, tratando de aparentar tranquilidad.

Era una mañana de fuertes vientos del norte y desde hacía tres días, con la entrada del frente frío, la pesca se había suspendido en el MAR. Justo en ese momento explotó una voz como de cohete y opacó la charla de un golpe.
---¡”Vamos a ver quién tiene más agallas” ¡, le gritó excitado un Peto enorme, a un pez Sierra, que parecía su gemelo, poniéndose de pie en una actitud retadora.

Estaban visiblemente ebrios; en la mesa había al menos 20 botellas de cervezas vacías.

----Están discutiendo por nimiedades, aclaró sereno, Mr. Tiburón.
Desde su sitio, puso orden.
---¡Muchachos, que pasa ahí ¡.

En automático, ambos se sentaron y, frente a frente, se lanzaron miradas de odio con sus ojillos acuosos e irritados por las varias horas que ya llevaban fuera del mar.

----Ya están borrachos, sentenció Mr. Pez Espada a guisa de disculpa.

El trago llegó para Pescadito. Tembloroso, todavía sin poder articular palabra, se lo llevó a la boca y le dio un largo sorbo; el sabor a cola y limón de su cuba limpió como una lija el sarro de cobre de su garganta y, por fin, pudo recuperar la compostura.

Entonces, con más calma, todavía sin hablar, pasó la vista por las mesas atiborradas. En la que estaba junto a la rockola, departía un Lenguado, una Caballa, un Atún, un Mero y un Bonito. En siguiente los mastodontes, que nunca se pararon ni para ir al baño; Un Manatí como de 400 kilos; un juguetón Delfín Moteado, que no dejaba de contar chistes; un Tiburón Ballena que se reía por compromiso y tres tortugas, aburridas.

En la mesa cercana a la puerta, las especies menores y al fondo la Sierra y el Peto, seguían discutiendo, pero ahora en voz baja.

----Venimos de lo más profundo del MAR, le dijo Mr. Tiburón a Pescadito.

---Bueno, la mayoría.
--Otros camaradas, como las tortugas y la vaca marina se nos sumaron en el trayecto.

---La situación es grave allá.
---El MAR nunca será una fuente de abasto ilimitado.
---A muchas especies ya no los encontramos en los arrecifes.
---Pero no venimos aquí a rumiar nuestras penas, sino a pasar un rato de alegría.

Pescadito, había vaciado ya la mitad de su cuba y se sentía mejor. La charla era amena en mesa de la Sardina, la Mojarra, el Mero, el Cazón, el Barrilete, la Curbina , el Jurel, el Pargo, el Robalo y la Bandera; el jolgorio lo amenizaba un Guachinango, quien a todas luces era un tipo afeminado, extravagante que además de sus ropajes rojos era evidente que se había maquillado las pestañas.
----¿Cuántos días llevan de parranda?, preguntó tímido Pescadito.

----Tres, desde que inició el frente frío, toda la flota pesquera está resguardada y nosotros decidimos salir del MAR para echar una cana al aire.

----¿Es cierto, que en MAR la vida es más sabrosa?, preguntó con ingenuidad.

Es igual que en la tierra. Si tienes comida, alcohol y tabaco, eres feliz, pero si a eso agregamos una hermosa y juvenil Cabrilla o una fina Rubia- Villajaiba, el placer es completo amigo, supongo que como en la tierra.

---La felicidad es un estado de ánimo, intervino el Pez Vela; se puede ser feliz sin tener nada, llevar una vida acética, pero es mucho mejor contar las aventuras con las hembras en sitios como éste.

----Hablaban, entonces de hembras.
--- Si, pero sin dar nombres.
----Aguántenme, voy a mear----dijo Mr. Pez Espada y dirigió su esbelto cuerpo a los mingitorios.
---En qué íbamos, dijo a su regreso.

--- Que es el momento de irnos, respondió Mr. Tiburón.
---La última y nos vamos, coincidieron ambos carcajada de por medio.
----Mario, la caminera y la cuenta.

Afuera, el viento había cesado y la calle se llenaba de bulla. Pagó Mr. Tiburón con dos monedas de oro, que tenían impreso el sello de la Corona Española , rescatada del naufragio de Nuestra Señora del Juncal. Ni te imaginas los tesoros que esconde el mar, le señaló a Pescadito, cerrándole un ojo.

Mario, sirvió las de la casa y Mr. Pez Espada, en retribución, le dejó todo el cambio, que era poco menos que el consumo.