Veracruz, Ver.

     




La banda de Duarte



Domingo 30 de Julio del 2017

ER. TIEMPO: El principio del fin. La primera comparecencia de Javier Duarte ante el juez federal en el Reclusorio Norte, pintaba para la defensa del exgobernador de Veracruz como un día de campo. La única acusación concreta que hicieron los fiscales de la PGR era por un desvío de 38 millones de pesos. ¿Sólo eso? No sabían Duarte ni sus abogados lo que les vendría días después, aunque en el jolgorio de que les habían presentado acusaciones sólidas por menos de 10% de lo que originalmente les habían imputado, se habían olvidado de lo que ese desvío significaba. La acusación cayó, sin que su nombre aparezca todavía en el juicio, sobre un diputado del Partido Verde, Edgar Spinoso, uno de los hombres claves de la investigación por los multimillonarios desvíos de recursos del erario para pecunio personal, que todavía está escondido tras el fuero constitucional. Spinoso era oficial mayor de la Secretaría de Educación veracruzana hasta principios de 2014, cuando fue cesado por un cúmulo de irregularidades detectadas por la Auditoría Superior de la Federación en su revisión de las cuentas públicas de 2011 y 2012, que llegaban a ser sobre 82% de las participaciones federales. Es decir, por cada peso, 82 centavos en manos de Spinoso, habían sido sujetos a observación. De acuerdo con el entonces diputado panista Juan Bueno Torio, del total del dinero analizado en la Cuenta Pública de 2012, se detectaron irregularidades en asignaciones presupuestales por más de 13 mil millones de pesos donde, la mayoría correspondía al rubro de educación. Spinoso, que había sido un funcionario transexenal, había acumulado, mientras tanto, una flotilla de aviones ejecutivos, y se sospecha que fue autor de transferencias por más de 325 millones de pesos a empresas fantasmas que, de acuerdo con las autoridades, estaban a nombre de Moisés Mansur Cysneiros, el amigo de Duarte desde la universidad, su socio y, presuntamente, su prestanombres. Para cuando fue cesado, la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, el Servicio de Administración Tributaria y la PGR, ya lo investigaban, pero Duarte no abrió una investigación en el estado. Al contrario, lo hizo diputado. El fuero lo tiene, pero la inmunidad se le está acabando, como sucedió con el exgobernador.


2o. TIEMPO: Y pensar que era casi menesteroso. Quienes lo vieron en sus inicios, recuerdan a un jovencito con hoyos en las suelas y cargando siempre un portafolio sucio y deslavado en la cola de la corte del entonces senador por Veracruz, Fidel Herrera. No cumplía el siglo ese primer lustro, que sería en poco tiempo trampolín de Erick Lagos. Herrera lo utilizaba para que fuera el mensajero con la prensa, quien les pedía que atendieran las conferencias y declaraciones de su jefe, que buscaba ya la gubernatura. El joven, abogado de formación, se convirtió en el secretario particular del gobernador Herrera, de donde pasó a ser secretario privado y saltó cuánticamente a diputado local y a líder del PRI estatal. Conectó con el delfín de Herrera, Javier Duarte, quien al asumir la gubernatura lo hizo subsecretario de Gobierno, terminando al frente de esa dependencia. El joven Lagos era un arquetipo del viejo priismo. Todos los días organizaba protestas contra el gobernador Duarte en el Palacio de Gobierno —desde donde casi nunca despachó—, y él mismo las disolvía. Creaba y generaba problemas, con lo cual se hacía indispensable y recibía semanalmente cinco millones de pesos, de esos que se considera dinero político. Aunque muchos hablan, nadie sabe realmente de dónde obtuvo dinero en escasos dos sexenios para convertirse de un menesteroso en un político-empresario con bienes inmuebles, un parque vehicular, una gasolinera y un negocio de grúas. Lagos se volvió indispensable para Duarte, porque el secretario de Gobierno, entre las debilidades emocionales del gobernador y sus distracciones continuas, era quien controlaba realmente al estado. Como decía un veracruzano distinguido, Fernando Gutiérrez Barrios, con dinero todo es más barato, pero la máxima de la política requería que los compromisos adquiridos en ese tránsito, se cumplieran. Lagos hizo la primera parte y repartió dinero a los partidos de oposición —sobre todo al PRD— y a organizaciones sociales, pero incumplió con quienes había llegado a acuerdos, lo que le provocaron críticas públicas y airadas. El gobernador no hizo caso a las denuncias públicas y, tan dependía de él, que lo hizo diputado federal y le encargó la coordinación de la bancada veracruzana en San Lázaro. Lagos no está en el torbellino del desvío de recursos, como otros de sus viejos compañeros de gabinete y de grupo parlamentario, pero su silencio vale oro, para quienes necesiten que esté callado o para quienes deseen que hable todo lo que sabe, que de secretos veracruzanos de Duarte, es él quien administraba todo aquello que corría por las cañerías.

3ER. TIEMPO: El Cisne Negro, el elegido que no fue. Aunque varios en la banda de Javier Duarte aspiraban a que su dedo los escogiera como sucesor en la gubernatura, varios también sabían que esa carta la tenía decidida tiempo atrás. Duarte pensó años antes de que se decidiera esa nominación, que Alberto Silva, a quien apodaban El Cisne, sería el ungido. El gobernador lo preparó. Lo hizo primero director de Comunicación Social, y para colocarlo en la plataforma de despegue hacia la candidatura, lo nombró secretario de Desarrollo Social. En él había apostado su futuro, pero desde el Centro le dijeron que la nominación no estaría en sus manos. Silva fue relegado y Duarte lo rescató una vez más como director de Comunicación Social, en la parte final de su administración. Tiempo después se sabría el porqué de ese movimiento, que parecía descendente. Con el apoyo de Silva, sospecha la PGR, Duarte utilizó 18 empresas fantasmas a través de las cuales 12 dependencias estatales desviaron más de 500 millones de pesos en 2014, bajo los rubros de “promoción y publicidad”. No fueron las únicas irregularidades. Las investigaciones en la Fiscalía de Veracruz encontraron que se ordenó el pago de casi mil 500 millones de pesos a medios de comunicación ese mismo año, y una suma similar al siguiente, que no fueron reportados al Congreso, porque no existían esos recursos en el presupuesto ni había suficiencia presupuestal. Es decir, de acuerdo con la Fiscalía, presuntamente se desviaron recursos públicos en los tiempos del binomio Duarte-Silva, destinados para medios de comunicación que nunca recibieron, en su mayoría, el pago por los convenios de publicidad firmados. Por mucho menos dinero presuntamente desviado para fines particulares —alrededor de 50 millones de pesos—, la exvocera y sustituta de Silva, Georgina Domínguez, fue detenida en mayo pasado por presunto peculado, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias. La diferencia sobre la suerte entre ambos es que Silva, protegido hasta el final por Duarte, lo hizo diputado federal y líder del PRI estatal.

Pero como con otros en su entorno, el fuero se está acabando, y el calendario para que empiecen a enfrentar las acusaciones en su contra sin protección constitucional, cada día tiene menos días.