Veracruz, Ver.

     




La valse



Martes 22 de Noviembre del 2016

I

Lo vi en medio de un gran salón, en realidad, ni siquiera estaba en medio, se encontraba a un lado. Si la habitación estuviese dividida en cuatro estaría en el cuadro interior derecho. En una base de mármol, como me parecía costumbre de esa cultura, no había nada que separara al espectador de la obra. Fácilmente podría haberla tocado, quería hacerlo, pero no quería correr el riesgo de que me sacaran y estar lejos del motivo de mi embelesamiento.

Bronce, ¿Por qué no mármol? Aún, más bien perfectamente bronce, llamaba y acaparaba toda la atención, no sé, la noción del tiempo quedó reducida a un zumbido, las personas pasaban y pasaban como sombras.

Agalmatofilia, tal vez no, con seguridad que no es, aunque de haber tenido la oportunidad habrían sido horas y no minutos los de contemplación, así como Pigmalión y su Galatea.

II

Como pudo Camille no enamorarse de su obra. Camille Claudel, cuando vi su nombre por primera vez, creí que habría sido un hombre el creador de «el vals», supuse por los tiempos, finales de los 80´s principios de los 90´s.

Fue clásico suponer que era de Rodin, toda el alma la tiene. Específicamente vine aquí por ellos.

III

Qué fue lo que pasó cuando la luz dio al vals por primera vez en la pupila. El sentimiento de ser descubridor, la fragilidad de los segundos, la sensibilidad de los amantes.

Algo arrancó toda existencia que alguna vez fui para cautivar los sentidos y toda atención en ese perfecto pedazo de bronce. Recuerdos y ensoñaciones se agolparon en mi cabeza, se atoraron en la garganta y brotaron por los ojos.

VI

Un, dos, tres
La espalda ligeramente curveada cubriéndola a ella con el reflejo de interés, sus manos apenas se tocan, el brazo alrededor de su cintura y la parte inferior se pierde en una especie de ola o sabanas o que se yo que es sublime.
La delicada y acompasada fuerza con la que el hombro aleja a su dama del exterior y la atrae para sí. La cabeza de ella descansa en la cavidad entre el hombro y la cabeza de él. No es preciso llevar la cuenta, el ritmo lo encuentran estando estáticos.

V

Tenemos que seguir.
Estaban sentadas en una de las enormes ventanas de la misma sala, después me enteré de que ya habían terminado el recorrido de la casa-museo, tanto tiempo estuve con el vals que tiempo les dio de ir y regresar. Agradecí la sutileza con la que me separaron.