Veracruz, Ver.

     
Manolo Victorio




Historias al vuelo

Beato Javidú



Lunes 24 de Octubre del 2016

La historia de Javier Duarte de Ochoa adopta rasgos melancólicos, melodramáticos, lacrimosos.

De seguir la tendencia informativa, al paso de los días, el cordobés podría transmutar de villano a víctima. El asedio de la prensa hacia los veracruzanos es tal, que quizá si no lo atrapan, lo perdonemos y hagamos de su rubicunda figura, un beato de adoración perpetua.

Algo así como el Jesús Malverde de los veracruzanos. Claro, éste con un doctorado en Economía en la Universidad Complutense de Madrid. De otra forma no podríase concebir como le hizo para chingarse 35 mil millones de pesos.

La historia de Javier Duarte parece una adaptación postmoderna –y más exitosa- de Frank Abagnale Junior, un ladronzuelo quien antes de cumplir diecinueve años de edad consiguió millones de dólares haciéndose pasar por piloto de una empresa aérea, por médico y por abogado.

Frank Abagnale encontró una veta inagotable de su talento en la falsificación de cheques, práctica delictiva en la que logró tanta habilidad y experiencia que el FBI finalmente lo reclutó como asesor en ese tipo de fraudes.

Steven Spielberg hizo un filme de esta historia verídica. Reclutó a Leonardo DiCaprio como Frank Abagnale y a Tom Hanks como el policía Carl Hanratty, quien lo persigue por todo el mundo mientras que el joven Frank va fabricando cheques falsos como estampitas escolares de niño de primaria.

Hay un detalle tierno en la película –como la historia de panadero de Javidú-, que devela el drama sicológico de Frank ante la ausencia de una figura paterna positiva, disciplinada, honesta, con autoridad moral.

Cada Nochebuena, el ladrón le hablaba al policía para decirle que estaba bien, que era un hombre exitoso, camaleónico, que nunca lo iba a poder atrapar. En realidad, cada Navidad, Frank Abagnale se sentía solo y se reconfortaba escuchando la voz de su persecutor.

«Atrápame si puedes» versión mexicana la protagonizan Javidú y el «Chino» Chong. El primero huyendo pero haciendo contacto y pacto con su persecutor, quien quiere alzarse como el gran justiciero de este país, curiosamente cuando el 2018 está a la vuelta de la esquina.

Así, cada día hay una dosis informativa de las trapacerías de Javidú. Desde casas en Woodland, Texas, hasta ranchos en Fortín de las Flores, Valle de Bravo o terrenos en el Country Club de Campeche.

La lista es interminable.

Pobre Javidú. Su padre, Javier Duarte Franco, murió en el hotel Regis, aquella mañana fatídica mañana del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México.

A partir de ahí, tuvo que hacerse panadero –según perfil de El Universal- para mantener a la familia.

En su natal Córdoba, horneaba chilindrinas, bolillos, conchas, donas, polvorones y laureles. Tenía que fajarle para poner el pan sobre la mesa, literal.

El cobijo del papá de su ex tesorero José Antonio Chara Manzur Beltrán, también empapelado como integrante de la pandilla de los desvíos millonarios, fue un golpe de suerte en su vida de panadero.

Las leyendas urbanas en Córdoba lo rememoran como un jovenzuelo desgarbado que iba por las tortas al Borrego, mandado por Jaime Porres Fernández Cabada, el jefe de la pandilla juvenil.

Dicen que Jaime Porres conducía –como correspondía a su nivel de niño rico- un automóvil Cadillac descapotable. Cuando salían de la escuela, la bandita se subía al lujoso deportivo.

El último era Javidú. Cuando intentaba treparse, Jaime Porres aceleraba y metros adelante, frenaba, divirtiéndose a costa de un muchacho huérfano que años más tarde tendría más dinero que él. Robado pero más dinero al fin.

Aquí la escena, en dos diálogos:
- ¡Súbete al carro, Javidú!-
- ¡Ya güeeeey! –

A continuación, la gritería burlesca.